¿Qué significa para la ciencia el descubrimiento del nuevo sistema planetario Trappist-1?

El descubrimiento del sistema planetario Trappist-1 abre la cancha para la ciencia en su exploración del espacio y la búsqueda de vida en otros planetas.
Pero además permitirá delinear mejor la forma en que hemos venido entendiendo cómo se forman los planetas, incluida la Tierra.
Los siete mundos hallados, de tamaños más o menos parecidos entre sí y cercanos a los de la Tierra, son bañados por la luz roja de su estrella madre enana, la clase de astro más común en nuestra Vía Láctea. Su hallazgo reivindica las posibilidades de vida alrededor de estas estrellas, a la luz de que las exploraciones con telescopios que se habían venido realizando en los últimos años habían centrado sus búsquedas en sistemas planetarios alrededor de estrellas más bien similares a nuestro Sol. De hecho, el telescopio espacial Kepler de la NASA, que encontró la mayoría de los más de 4.700 candidatos para una Tierra 2, se había venido concentrando en estrellas enanas amarillas, como el Sol y Alfa Centauri.
No obstante, al ahora conocerse que estas enanas rojas, abundantes, pueden tener alrededor de sí sistemas con mundos potencialmente habitables, la probabilidad de vida más allá de la Tierra, y de que esta sea descubierta por la ciencia, aumenta. "Estas pequeñas estrellas habían sido completamente olvidadas", dijo Michaël Gillon, astrónomo de la Universidad de Lieja en Bélgica y líder del equipo tras el descubrimiento, en la conferencia de prensa ofrecida hoy.
Trappist-1, a solo 39 años luz de la Tierra, tiene a sus planetas mucho más cerca de su estrella (que frente a nuestro Sol luce como una pelota de golf al lado de una de baloncesto), todos orbitan a la distancia correcta para posiblemente tener agua líquida en algún lugar en sus superficies (aunque solo tres se ubican en la zona habitable del sistema).
Su cercanía a la Tierra permitirá a los astrónomos estudiar las atmósferas de los planetas con relativa facilidad, determinar sus temperaturas, la composición de sus cortezas y con ello la posibilidad de vida en ellos.
"Este sistema va a ser uno de los mejores laboratorios que tenemos para entender la evolución de los planetas pequeños", dice Zachory Berta-Thompson, un astrónomo de la Universidad de Colorado Boulder.
En un inicio, el equipo había captado solo dos planetas del sistema a través de débiles señales del Telescopio Espacial Spitzer de la NASA (que registra cómo decae el brillo de la estrella cada cierto tiempo, como indicador del paso orbital de un planeta frente a ella).
Una observación continuada por 20 días consecutivos permitió revelar que alrededor de la estrella no solo había un planeta sino otros tres más, con órbitas de 4, 6, 9 y 12 días. Esos cuatro se sumaron a dos planetas internos más, que giran alrededor de la estrella cada 1,5 y 2,4 días. El equipo también captó indicios de un séptimo planeta, más alejado de la estrella.
Gillon dice que los seis planetas interiores probablemente se formaron más lejos de su estrella y con el paso del tiempo se le fueron acercando. Ahora, están tan juntos que sus campos gravitatorios interactúan, empujándose unos a otros de manera que permitieron al equipo estimar sus respectivas masas, de entre 0,4 y 1,4 veces la de la Tierra.
La cercanía entre los planetas es uno de los atractivos del sistema Trappist-1 para la ciencia, pues permitirá determinar cómo evolucionan los mundos dependiendo de su posición con respecto su estrella. "Si uno de estos planetas alberga vida y el vecino no, ¿por qué no?", pregunta Sarah Ballard, astrónoma del Massachusetts Institute of Technology (MIT) en Cambridge, señala a Nature, para explicar qué asuntos de interés científico podrán ser revelados gracias a la composición del sistema.
Aunque al menos algunas regiones de cada planeta podrían albergar agua en estado líquido, ello no asegura su habitabilidad. Para confirmarla, habrá que determinar si cuentan con atmósferas como la de la Tierra, capaz de filtrar la radiación del sol, y si es que estos planetas además de girar alrededor de la estrella (traslación), tienen movimiento de rotación sobre su propio eje. De lo contrario, la luz de Trappist-1 solo bañaría un lado de cada planeta, complicando su habitabilidad.
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