El flujo de hielo en la Antártida es tres veces menor a lo pensado

Vista de la estación de investigación británica en la isla de Alexander en la península antártica (Foto: A. E. Hogg / CPOM).
El flujo de hielos de glaciares en el sur de la Península Antártica ha venido aumentando desde los 90s, producto del calentamiento global y el deshielo que supone. Pero no al ritmo que se pensaba.
Un reciente estudio del Centro de Observación Polar y Modelado del Reino Unido de la Universidad de Leeds, publicado hoy en Geophysical Research Letters, ha arrojado que el incremento es solo un tercio de lo que habían considerado investigaciones anteriores. Por ejemplo, un reciente trabajo de la Universidad de Bristol dio cuenta de un aumento de 45 kilómetros cúbicos por año en la pérdida de hielo del sector.
El equipo de Leeds reunió mediciones registradas por cinco satélites diferentes para monitorear los cambios en la velocidad del flujo de más de 30 glaciares en Western Palmer Land, la esquina suroeste de la Península Antártica, desde 1992. De fundirse por completo, el hielo en la zona es suficiente como para aumentar en 20 cm los niveles del mar en todo el planeta. Se halló que desde entonces inicios de los 90s, el flujo de la mayoría de los glaciares de la región aumentó entre 20 y 30 centímetros por día, lo que equivale a una aceleración promedio de 13%, en un proceso conocido como desequilibrio dinámico.
El equipo combinó además sus observaciones satelitales con un modelo de flujo de hielo utilizando la asimilación de datos para cubrir las zonas fuera del alcance de los satélites, dando lugar a un mapeo completo del patrón de flujo de hielo, revelando que los glaciares están vertiendo en los océanos unos 15 kilómetros cúbicos de hielo adicionales cada año, en comparación con los años noventa. El estudio de Bristol determinó que dicha pérdida era el triple, basada en las mediciones de adelgazamiento de glaciares y pérdidas de masa determinadas a partir de otras mediciones de satélite.
La mayor aceleración en el flujo se observó en los glaciares que se fundaron a profundidades más de 300 m por debajo de la superficie del océano.
La Dra. Anna Hogg, de la Escuela de Tierra y Medio Ambiente de Leeds, dijo que al observar las temperaturas del agua frente a los glaciares que han acelerado más su pérdida de masa, “descubrimos que fluyen a través de los canales de la roca profunda hasta la capa más cálida del océano”. Esta agua circumpolar de aguas profundas, salada en comparación con otras partes del Océano Austral, se ha calentado y descendido en las últimas décadas, por lo que “puede derretir el hielo en la base de los glaciares, lo que reduce la fricción y les permite fluir más libremente”.
Con gran parte de la masa de hielo de Western Palmer Land situada muy por debajo del nivel del mar, es importante controlar cómo las áreas remotas como esta, están respondiendo al cambio climático. Los satélites son la herramienta perfecta para hacer esto.
Una serie de grietas han visto su aparición en la Antártida en años recientes, gracias a una serie de monitoreos satelitales.
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