Claudia Cisneros

Periodista

Marte: lo que nos espera en el planeta rojo

The Martian, Ridley Scott
20th Century Fox

Como hemos visto en los dos anteriores post sobre Marte, es el planeta al que más hemos apuntado con nuestras naves, hemos fallado casi la mitad de las veces y ahora tenemos el objetivo de poblarlo de humanos. Pero si es tan costoso, riesgoso y hostil, ¿por qué queremos ir?

La especie humana ha sido desde su origen, inquieta, expansiva, colonizadora. Desde que salió del África no ha parado de migrar, trasladarse, ocupar espacios en todo el planeta. Y apenas tuvimos la tecnología, iniciamos nuestra expansión en el cosmos.  Existe una suerte de orgullo de especie cuando nos vemos logrando estos hitos por lo que implican en términos de conocimiento y supervivencia. Sin embargo no hay que dejar de ver las implicancias y causalidades políticas y económicas de muchos de estos logros científicos. Toda creación humana importante está destinada a caer en las clavijas de la política. Y no olvidemos que fue la política el primer gran impulsor de la exploración espacial en tiempos de Guerra Fría. 

Hoy la configuración es otra pero la política sigue marcando el paso de la ciencia, por acción u omisión. Y con el dominio hegemónico del capitalismo, es evidente que una industria como esta que puede llegar a retornar trillones eventualmente por turismo espacial, minería espacial, facilitación o servicios para la exploración; es un bocado cardinal para ese poder político y económico. Gracias a ello, en parte, los gobiernos siguen financiando sus agencias espaciales (Japón, China, Rusia, EEUU, India, Europa). Sin embargo, toca añadir a un nuevo actor en el ruedo: a los empresarios millonarios con visión y mucho dinero disponible (Musk, Bezos, Branson), que han visto en la exploración espacial un mercado en expansión.

Sus empresas se han comenzado a expandir en las áreas de desarrollo, ensamblaje y puesta en órbita de satélites de todo tamaño y función (como las constelaciones de pequeños satélites) o en la manufactura de naves, sus partes, lanzadores y servicios múltiples. Es el caso, por ejemplo, de Boeing, el mayor contratista de NASA; o de SpaceX con los cohetes y naves que construye para uso de la Agencia Espacial estadounidense y con las que transporta carga a la Estación Espacial (EEI). De hecho ya se encuentran trabajando en el eventual transporte de humanos a la EEI.

Quiénes están en el partidor

El gran giro de ésta asociación empresa-gobierno empezó con la jubilación de los transbordadores de la NASA hacia el año 2011. A partir de eso, ciertas empresas privadas se volvieron proveedoras de servicios relacionados a la industria espacial. Pero también se ampliaron y reforzaron las colaboraciones entre agencias espaciales gubernamentales como las de India, Europa, EEUU y Rusia, e incluso con una dinámica China que intenta ponerse al día por haber llegado tarde a la carrera espacial. Solo Japón parece ir por su cuenta y sin interés en Marte sino en Venus y Mercurio. 

Podríamos decir que hay dos carreras en paralelo, una explícita de los privados en EEUU: Boeing y SpaceX compitiendo por llegar a Marte primeros, en colaboración con NASA; y otra competencia que es tácita entre EEUU y China. 

Entre las empresas que buscan subirse a este tren espacia están:
SpaceX del canadiense-estadounidense Elon Musk (nacido en Sudáfrica). SpaceX es la primera empresa privada que construye y lanza cohetes y naves espaciales. Abastece a la Nasa de carga a la Estación Espacial y trabaja en construir una nave tripulada para la Estación Espacial y para la misión humana a Marte que ha anunciado para el año 2024. 

Elon Musk de Space X, al frente de su cápsula Dragon.
Wikimedia Commons

SpaceX apunta a abaratar los costos de la industria construyendo cohetes reusables y muy potentes, como el Falcon Heavy, que puede llevar cargas más pesadas de lo que ningún otro ha podido. Antes que acabe el 2017 planea sumar al transporte de carga que tiene contratado con NASA, el transporte de astronautas a la Estación Espacial Internacional. 

SpaceX ha anunciado que construirá el primer Sistema de Transporte Interplanetario reusable y de bajo costo, con naves capaces de llevar 100 personas a la vez hasta Marte, donde asegura se puede establecer una población de un millón de humanos en los próximos 40 a 100 años. Promete así, convertirnos en una especie interplanetaria. La misión de avanzada a Marte de SpaceX se llama Red Dragon y consiste en una cápsula no tripulada del tamaño de un tanque (Dragon 2) a lanzarse a Marte en 2018. Entre otras cosas, busca probar la capacidad de lanzar una nave pesada capaz de aterrizar usando un nuevo sistema de propulsión en reversa que no se ha probado antes, y que puede funcionar allí donde los paracaídas serían imposibles por el peso y tamaño de las naves. Se trata de probar técnica y tecnología de entrada, descenso y aterrizaje que usarían las posteriores naves que lleven humanos a Marte. La NASA le presta a SpaceX soporte técnico y su sistema de comunicaciones, a cambio de la información que SpaceX recabe acerca del aterrizaje y de la posibilidad de traer a Tierra muestras de material de la superficie marciana.

Luego está Boeing, contratista principal de la NASA y con quien la agencia espacial trabaja su nuevo sistema de lanzamiento: SLS (Space Launch System). Este es el Sistema con el que planean  enviar una nave a Marte con 6 astronautas hacia el 2030. Boeing compite con SpaceX en alcanzar Marte. SpaceX es el nuevo chico del barrio y para la gigante Boeing representa una clara competencia. De hecho sorprendió a muchos que a fines del año pasado el CEO de Boeing, Dennis Muilenburg, un hombre con poca exposición en medios de comunicación, apareciera públicamente a declarar: “Estoy convencido que el primer humano en poner pie en Marte lo hará montado en un cohete de Boeing”, contradiciendo lo dicho por SapceX. 

Imagen artística del Space Launch System (SLS), el cohete más poderoso que Boeing construye para la NASA.
Boeing

El otro emprendimiento privado importante es Mars One del empresario holandés Bas Lansdorp, una organización sin fines de lucro que asegura que establecerá el primer asentamiento humano en Marte para el año 2031. Los participantes para el viaje sin retorno son voluntarios y vienen de todo el planeta tras la convocatoria global que lanzó en medio de una gran campaña mediática. Mars One planea primero enviar a Marte satélites de comunicación en el 2018 y seguir luego con una migración y asentamiento humano que ha anunciado será también un reality show. La propuesta, que ha sido ampliamente difundida en medios, también ha sido muy criticada por ingenieros y científicos (MIT) que aseguran que lo prometido por Lansdorp  de Mars One no es viable con las tecnologías actuales. 

Y por último está también la Inspiration Mars Foundation, una organización no lucrativa del millonario estadounidense Dennis Tito, el primer turista espacial del mundo que se ha propuesto enviar una misión tripulada a Marte hacia el 2021. 

En el ámbito gubernamental están la ESA (Agencia Espacial Europea) y Roscosmos (Rusia) con ExoMars o Exobiología en Marte, su programa espacial que consta de dos componentes: un orbitador TGO (Trace Gas Orbiter) en órbita marciana desde el 2016 y un lander: el Schiaparelli que se estrelló al aterrizar el año pasado. El programa continúa tiene trazado una misión en 2020 para aterrizar una rover en Marte.

La NASA por su parte quiere llevar humanos a nuestro vecino hacia el 2030. Actualmente está probando tecnologías de comunicación, salud y soporte de vida en la Estación Espacial Internacional. Luego probará una nave y facilidades habitacionales alrededor de la Luna. Y se encuentra preparando “Orion”, una cápsula tripulada que se montará sobre el sistema de cargas pesadas llamado Space Launch System (SLS) que como dijimos viene trabajando con Boeing. 

Hacia el 2020 la NASA planea enviar un nuevo rover a Marte, que llevará a bordo MOXIE (Mars OXygen In situ resource utilization Experiment), un sistema  capaz de convertir el dióxido de carbono de la atmósfera marciana en monóxido de carbono y oxígeno. Importante procedimiento que podría ser el propulsor de un viaje con retorno de Marte y, quien sabe, si se logra, una nueva plataforma, de viajes más lejanos. Los científicos del NASA Jet Propulsion Laboratory trabajan en un plan para enviar primero gente a orbitar Marte  en 2033  y luego a aterrizar en Marte en 2039.

La India con su agencia espacial ISRO (Indian Space Research Organization) lleva a cabo el proyecto MOM (Mars Orbiter Mission) y ha sido la primera agencia en el mundo en lograr, al primer intento, poner una nave en órbita marciana y en tiempo record de 18 meses, además de con un presupuesto muy bajo. Tres ingenieras mujeres son las responsables de la hazaña. 

Tres de las siete ingenieras hindúes detrás del Mars Orbiter Mission: Kriti Faujdar, Anuradha T K y Nandini Harinath. 
Agencia Espacial de la India

Mientras que JAXA, agencia especial japonesa, no está interesada en Marte y se enfoca en Venus y Mercurio, China se apresta a enviar a sus taikonautas en un esfuerzo por apurar su participación tardía en la carrera espacial, la cual espera liderar en 10 años. Por ahora lanzará una nave al lado oculto de la Luna en 2018, una sonda orbital y un rover a Marte en el 2020 y una nave para recolectar muestras hacia el 2030. Además de instalar una Estación Espacial permanente hacia el 2022.

Con varias naciones y empresas en el bolo para Marte, la pregunta es, qué va a pasar una vez que todos lleguen. Si bien hasta ahora la exploración especial se ha manejado de forma pacífica siguiendo el modelo de la exploración en la Antártida, esta vez no solo el capital privado está involucrado grandemente sino que hoy, por primera vez, la exploración espacial se proyecta como industria capaz de generar grandes dividendos. Entonces, ¿cómo asegurar una competencia pacífica en un planeta lejano? ¿cómo proteger los planetas de intentos de apropiación?

Las leyes en el espacio exterior

Cuando se inició la Carrera especial en los 60, la comunidad internacional se reunió en Naciones Unidas y acordó un tratado con reglas claras para normar la actividad en el espacio: el Outer Space Treaty de 1967 o Tratado de los Principios que Gobiernan las Actividades de los Estados en la Exploración y Uso del Espacio Exterior. Es el cuerpo legal internacional por excelencia de las actividades espaciales, y está vigente desde octubre de 1967. 

El Outer Space Treaty fue firmado por 105 países y ratificado por la mayoría, y establece que “la exploración y uso del espacio exterior deben desplegarse en beneficio e interés de toda la humanidad” y que “el espacio y cuerpos celestes están a libre disposición de los países para su exploración” (Artículo I). El tratado también dice, explícitamente, que se prohíben las armas de destrucción masiva en la Luna, el espacio o cualquier cuerpo celeste y que todo lo que en ellos se haga  debe ser con propósitos pacíficos (Artículo IV). 

El tratado también aborda el tema de propiedad o soberanía, recalcando que ninguna parte del espacio puede ser reclamada como territorio nacional por ocupación o culaquier otro medio. Añade que los Estados son responsables de las actividades espaciales llevadas a cabo por sus gobiernos o por entidades no gubernamentales.

“El espacio exterior, incluyendo la Luna y otros cuerpos celestes, no están sujetos a apropiación nacional o de soberanía, ni por ocupación ni por otros medios” (Artículo I)

Hay quienes creen que el tratado, al referirse a naciones y no a individuos, deja un vacío que puede ser usado por personas naturales o empresas privadas, en especial las que logren llegar primero y establecer sus colonias de humanos en Marte. Pero el artículo IV del tratado dice expresamente que los gobiernos firmantes se hacen responsables de sus actividades en el espacio “sea que esas actividades son llevadas a cabo por agencias gubernamentales o por entidades no-gubernamentales” y añade que las actividades de estas últimas deben ser aprobadas, supervisadas y de responsabilidad del gobierno firmante del tratado.

Parecería estar todo asegurado con estos candados, excepto por un pequeño gran detalle: que este tratado permite a sus firmantes retirarse de él tan solo dando aviso con un año de notificación.

Marte, ese pequeño punto rojo


Esquema de la exploración marciana en nuestros tiempos.
NASA

Pese a todas las dificultades y obstáculos tecnológicos, físicos, financieros, políticos de por medio, nada detendrá la expansión humana al espacio exterior. Desde que la sonda New Horizons pasó Plutón en julio del año pasado, podemos decir que ya hemos cubierto, aunque superficialmente, todo nuestro Sistema Solar. Si seremos capaces de mantenerlo todo dentro del orden, la armonía y la paz, está por verse. Sin ánimo de pesimismo, donde el hombre pone pie, depreda, destruye y trata de apropiarse e imponerse. Si bien el Cosmos no debería convertirse en un espacio de batalla, más allá de la carrera cientificista, no podemos dejar de considerar que la mente militar también aprovecha de la ciencia y avances tecnológicos y sus nuevos espacios y probabilidades. 

Dadas las energías y velocidades  que se despliegan para la exploración espacial, no es casualidad que el Outer Space Treaty contenga un artículo como el IV que prohíbe explícitamente  las armas de destrucción masiva en el espacio o sus cuerpos celestes: “el establecimiento de bases militares, instalaciones y fortificaciones, pruebas de cualquier tipo de armas o maniobras militares de cualquier tipo están prohibidas en cuerpos celestes”. Tampoco es gratuito que exista una oficina de Asuntos del Espacio Exterior de las Naciones Unidas (UNOOSA) para promover “la cooperación especial y el uso pacífico y seguro del espacio exterior” y el “Comité e las Naciones Unidas de los Usos Pacíficos del Espacio Exterior” (COPUOS), que registra todo objeto lanzado al espacio exterior. 

Tampoco hay que dejar de reflexionar acerca de otras motivaciones, extra científicas, para explorar otros mundos. Destruir sin marcha atrás la Tierra no debería ser una de ellas. ¿Qué probabilidad hay de que no destruyamos un segundo hábitat que es aún más frágil que el nuestro de origen?

Marte, nuestro más cercano planeta junto con Venus, no es el paraíso de recursos que es la Tierra y hay algo de triste y de siniestro en la posibilidad de que tengamos que tomarlo como una opción ante la autodestrucción de nuestro mundo. Si llegamos a revertir los daños a nuestro planeta y logramos domesticar Marte para nuestras necesidades, este podría convertirse en la base más importante de operaciones e investigaciones del espacio después de la Estación Espacial Internacional, hasta ahora la mayor hazaña de cooperación mundial en conocimiento compartido que ha sobrevivido a toda clase de tensiones políticas. Lo cual es un indicio alentador a tener en mente. Marte puede llegar a ser nuestro puerto de entrada, una suerte de escala migratoria a otros rincones del infinito universo en nuestra insaciable necesidad de imaginarnos inmortales y trascendentes más allá de lo imposible. 

Marte, allá vamos.

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