El presidente estadounidense Donald Trump ha tuiteado en las últimas horas acerca de su intención de implementar el veto a la población transgénero en las fuerzas armadas de su país. De acuerdo con el diario The New York Times, hace un año en los Estados Unidos, este sector demográfico estaba compuesto por 1,4 millones de adultos. De concretarse, la prohibición dejaría sin efecto una política inicialmente aprobada por el Departamento de Defensa durante el régimen de Barack Obama que aún estaba bajo revisión final y permitiría a individuos transgénero integrar la milicia.
No es la primera vez que Trump emplea Twitter como palestra de comunicación con la ciudadanía. De hecho, tuitea muy a menudo: desde que se unió a la red social en marzo de 2009, la cuenta @realDonaldTrump ha tuiteado 35.384 veces, esto es, más de 11,5 veces al día. Digamos que con tanta frecuencia, los niveles de control de calidad de lo que tuitea no siempre están a la altura del cargo que Trump ostenta. “Pese a la constante prensa negativa covfefe”. Sí, covfefe, un vocablo así escrito que Trump, con ya varios meses como presidente, tuiteó a fines de mayo y nunca se encargó de definir. Tan célebre es su reputación en Twitter que el programa cómico Saturday Night Live le dedicó un sketch a ello. El magnate convertido en estadista, indignado, no pudo escoger un mejor canal para expresar su rechazo: "Acabo de intentar ver Saturday Night Live - ¡incontemplable!", escribió en Twitter.
Política en 140 caracteres
Pero no siempre han sido sus tuits motivo de risa. Payaso, tonto, falso, peso ligero, drogadicto, realmente raro, mocoso malcriado, patético, vago de clase baja: todos estos han sido calificativos empleados por Trump para referirse a rivales políticos, periodistas y analistas a través de su cuenta en Twitter. Incluso ha llevado la política externa de los Estados Unidos a la tuitósfera, particularmente en temas como la tensión bélica con Corea del Norte. “Corea del Norte está buscándose problemas. Si China decide ayudar, sería genial. Si no, resolveremos este problema sin ellos! EE.UU.”, “Corea del Norte se está portando muy mal. Han estado 'engañando' a los EE.UU. por años. China ha hecho muy poco por ayudar” han sido algunas de sus frases al respecto en Twitter.
En un informe del portal Politico, Michael Caputo, un operador político que integró un grupo que instó a Trump a candidatear a gobernador en 2013, señala que el uso de Twitter de Trump "va a cambiar drásticamente la forma en que los medios cubren la presidencia, no solo porque es una ventana abierta a sus pensamientos, sino porque tiene mucho contacto con los votantes, no necesita tanto a los medios". Desde aquel año, asegura Caputo, Trump anunciaba a sus cercanos que Twitter sería su principal herramienta de campaña: “No solo hizo lo que dijo que iba a hacer; he visto lo impactante que es. Nunca he visto en mi vida los niveles de adhesión que tiene Trump. No impresiona a millones. Está impresionando a miles de millones”.
El lado revelado
Ahora, un estudio publicado en la revista Small Business Economics de Springer da cuenta de qué elementos de la personalidad del presidente se exponen claramente a través de su uso de Twitter. La investigación empleó un método computarizado basado en el lenguaje para analizar sus publicaciones. Los investigadores, Martin Obschonka del Centro Australiano para la Investigación de Emprendimiento en la Universidad de Tecnología de Queensland en Australia y Christian Fisch de la Universidad de Tréveris en Alemania analizaron 3200 tweets emitidos en octubre de 2016, antes de ganar las elecciones. Su uso del lenguaje en Twitter fue comparado con el de otros 105 empresarios y gerentes de negocios influyentes que no participan en el liderazgo político, incluyendo a Eric Schmidt de Google, Meg Whitman de HP y Tim Cook de Apple, así como a Elon Musk de Tesla y Jeff Bezos de Amazon.
Los resultados indican que Trump es de hecho distinto al resto al mostrar "rasgos más fuertes de una personalidad schumpeteriana”, señala el documento. El término se refiere a Joseph Schumpeter, un economista de fines del siglo XIX conocido por popularizar el concepto de “destrucción creativa”, que describe el proceso de cómo los nuevos productos innovan en una economía de mercado y así van destruyendo a empresas y modelos de negocio viejos (por ejemplo, el streaming de películas y series destruyendo la venta de dvds). Schumpeter califica este como un hecho crucial del capitalismo y al emprendedor, como su agente principal. Por ello, una personalidad schumpeteriana en un empresario es una orientada hacia el cambio y la competitividad, incluso por encima de las reglas de juego, en beneficio del florecimiento del negocio.
De acuerdo con el estudio, Trump, además, obtuvo indicadores relativamente altos en neuroticismo, un rasgo que integra el modelo de los Cinco Grandes, un constructo psicológico para entender la personalidad de un individuo a partir de cinco pilares o dimensiones. Estos son: factor O (por “openness” en inglés o apertura, en castellano, a nuevas experiencias), factor C (“conscientiousness” o cuidado y vigilancia), factor E (por extraversión), factor A (“agreeableness” o cordialidad) y factor N (neuroticismo o inestabilidad emocional).
Un raro especimen
La combinación de personalidad schumpeteriana y neuroticismo es, cuando menos, atípica entre el empresariado de acuerdo con los investigadores autores del documento. "Trabajar como empresario puede no solo requerir estabilidad emocional y optimismo, sino también ser capaz de aumentar la felicidad debido a la utilidad del procedimiento", explica Obschonka, quien añade que el neuroticismo, en la mente de Trump, puede existir para avivar la competitividad con rivales empresariales o políticos.
"Si la distinción social es un principio básico de la personalidad empresarial, entonces claramente vemos este principio reflejado en su perfil de personalidad inusual", dice Fisch. "Muchos expertos están de acuerdo en que los empresarios realmente exitosos no solo se atreven a ser diferentes, sino que son diferentes".
No obstante, vale recordar que, como también mencionan los investigadores, la gestión de un negocio es distinta a la de un país. O, cuando menos, es necesario advertir que administrar un país como si fuera una empresa difícilmente llevará a buen puerto a una nación, mucho más a una en donde confluyen decenas de miles de industrias diversas. Un artículo de 1996 del Nobel en Economía Paul Krugman, publicado en la Harvard Business Review, nos lo recuerda al referirse a los postulados de John Maynard Keynes: “La economía [entendida como la gestión económica de una nación] es un tema difícil y técnico. No es más difícil ser un buen economista que ser un buen ejecutivo de negocios. (De hecho, es probablemente más fácil, porque la competencia es menos intensa.) Sin embargo, la economía y los negocios no son el mismo tema, y el dominio de uno no asegura la comprensión, y ni siquiera el dominio, del otro. Un líder empresarial exitoso no tiene más probabilidades de ser un experto en economía que en estrategia militar”.
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