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Análisis e investigación científica

La ciencia del susto: por qué nos encanta pasar miedo

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Puede que el miedo sea tan antiguo como la vida en la Tierra. Es una reacción fundamental, anclada profundamente y desarrollada a lo largo de la historia de la biología, para proteger a los organismos contra la amenaza percibida a su integridad o existencia. El miedo puede ser tan simple como el estremecimiento de una antena en un caracol cuando lo tocan, o tan complejo como la ansiedad existencial en un ser humano. Tanto si amamos u odiamos experimentar el miedo, es difícil negar que, de hecho, lo reverenciamos, dedicando un día festivo completo a su celebración.

Si pensamos en los circuitos del cerebro y la psicología humana, algunos de los principales productos químicos que contribuyen a la respuesta de "luchar o huir" también están involucrados en otros estados emocionales positivos, como la felicidad y la emoción. Por lo tanto, tiene sentido que el alto estado de excitación que experimentamos durante un susto también lo sintamos durante momentos más positivos. Pero, ¿qué marca la diferencia entre tener un subidón y sentirse completamente aterrorizado?

Somos psiquiatras que tratan el miedo y estudian su neurobiología. Nuestros estudios e interacciones clínicas, así como las de otros, sugieren que un factor importante de cómo experimentamos el miedo tiene que ver con el contexto. Cuando nuestro cerebro pensante retroalimenta a nuestro cerebro emocional y nos percibimos en un espacio seguro, podemos cambiar rápidamente la forma en que experimentamos ese estado de alta excitación, pasando del miedo al disfrute o la emoción .

Cuando entras a una casa embrujada durante la temporada de Halloween, por ejemplo, puedes anticipar que te encontrarás un espectro y saber que no es realmente una amenaza, así puedes volver a etiquetar rápidamente la experiencia. Por contra, si caminaras en un callejón oscuro por la noche y un extraño empezara a perseguirte, tanto tus áreas emocionales como las mentales del cerebro estarían de acuerdo en que la situación es peligrosa, ¡y es hora de huir!

Pero, ¿cómo hace tu cerebro esto?

¿Cómo experimentamos el miedo?

La reacción de miedo comienza en el cerebro y se propaga por el cuerpo para ajustar la reacción de defensa o de fuga. La respuesta de miedo comienza en una región del cerebro llamada amígdala. Este conjunto de núcleos en forma de almendra en el lóbulo temporal del cerebro está dedicado a detectar la prominencia emocional de los estímulos, es decir, cuánto nos llama la atención algo.

Por ejemplo, la amígdala se activa cada vez que vemos un rostro humano con una emoción. Esta reacción es más pronunciada cuando se trata de ira o miedo. Un estímulo de amenaza, como la visión de un depredador, desencadena una respuesta de miedo en la amígdala, que activa las áreas involucradas en la preparación de las funciones motoras involucradas en la lucha o el vuelo. También desencadena la liberación de las hormonas del estrés y el sistema nervioso simpático.

Esto conduce a cambios corporales que nos preparan para ser más eficientes en un peligro: el cerebro se torna hiperalerta, las pupilas se dilatan, los bronquios también y la respiración se acelera. Aumentan la frecuencia cardíaca y la presión arterial. También lo hacen el flujo sanguíneo y la corriente de glucosa a los músculos esqueléticos. Pero los órganos que no son vitales para la supervivencia, como el sistema gastrointestinal, disminuyen la velocidad.

Una parte del cerebro llamada hipocampo está estrechamente conectada con la amígdala. El hipocampo y la corteza prefrontal ayudan al cerebro a interpretar la amenaza percibida. Están involucrados en un procesamiento de contexto de alto nivel, que ayuda a una persona a saber si una amenaza percibida es real.

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Por ejemplo, ver un león en la naturaleza puede desencadenar una fuerte reacción de miedo, pero la respuesta a una vista del mismo león en un zoológico es más de curiosidad y pensar en lo bello que es. Esto se debe a que el hipocampo y la corteza frontal procesan la información contextual y las vías inhibitorias amortiguan la respuesta al miedo de la amígdala y sus resultados posteriores. Básicamente, nuestro circuito de cerebro pensante reafirma lo sentido por nuestras áreas emocionales y confirma que estamos, de hecho, bien.

¿Cómo aprendemos la diferencia?

Al igual que en otros animales, con frecuencia aprendemos el miedo a través de experiencias personales, como ser atacados por un perro agresivo u observar a otros humanos siendo atacados por un perro agresivo.

Sin embargo, una forma evolutivamente única y fascinante de aprender en humanos es a través de la instrucción: ¡aprendemos de las palabras habladas o notas escritas! Si un letrero dice que el perro es peligroso, la proximidad al perro provocará una respuesta de miedo.

Aprendemos la seguridad de una manera similar: experimentando un perro domesticado, observando a otras personas interactuando con seguridad con ese perro o leyendo una señal de que el perro es amigable.

¿Por qué algunas personas disfrutan estar asustadas?

El miedo crea distracción, que puede ser una experiencia positiva. Cuando sucede algo aterrador, en ese momento, estamos en alerta máxima y no preocupados por otras cosas que podrían estar en nuestra mente (metiéndonos en problemas en el trabajo, preocupándonos por una gran prueba al día siguiente), lo que nos lleva al aquí y ahora.

Además, cuando experimentamos estas cosas aterradoras con las personas de nuestras vidas, a menudo encontramos que las emociones pueden ser contagiosas de una manera positiva. Somos criaturas sociales, capaces de aprender unos de otros. Así que, cuando ves a tu amiga entrar en la casa embrujada y rápidamente pasa de gritar a reír, socialmente eres capaz de ver su estado emocional, lo que puede influir positivamente en los tuyos.

Si bien cada uno de estos factores (contexto, distracción, aprendizaje social) tiene el potencial de influir en la forma en que experimentamos el miedo, un tema común que los conecta es su sentido de control. Cuando somos capaces de reconocer lo que es y no es una amenaza real, relativizar una experiencia y disfrutar de la emoción de ese momento, finalmente estamos en un lugar donde nos sentimos bajo control. Esa percepción de control es vital para la forma en que experimentamos y respondemos al miedo. Cuando superamos la prisa inicial de "luchar o huir", a menudo nos sentimos satisfechos, seguros de nuestra seguridad y más seguros de nuestra capacidad para enfrentar las cosas que inicialmente nos asustaban.

Es importante tener en cuenta que cada persona es diferente, con un sentido único de lo que nos resulta aterrador o agradable. Esto plantea una pregunta más: si son muchos los que pueden disfrutar de un buen susto, ¿por qué otros podrían odiarlo?

¿Por qué algunas personas no disfrutan de tener miedo?

Cualquier desequilibrio entre la excitación causada por el miedo en el cerebro del animal y la sensación de control en el cerebro humano contextual puede causar demasiada o ninguna excitación. Si el individuo percibe la experiencia como demasiado real, una respuesta de miedo extrema puede superar la sensación de control sobre la situación.

Esto puede suceder incluso en aquellos que aman las experiencias de miedo: pueden disfrutar de las películas de Freddy Krueger pero estar aterrorizados por El exorcista, ya que se siente demasiado real y la respuesta al miedo no está modulada por el cerebro cortical.

Por otro lado, si la experiencia no está desencadenando lo suficiente para el cerebro emocional, o si es demasiado irreal para el cerebro cognitivo pensante, la experiencia puede terminar siendo aburrida. Un biólogo que no puede ajustar su cerebro cognitivo para analizar todas las cosas corporales que son realísticamente imposibles en una película de zombis, quizá no disfrute tanto The Walking Dead como otra persona.

Si el cerebro emocional está demasiado aterrorizado y el cerebro cognitivo está indefenso, o si el cerebro emocional está aburrido y el cerebro cognitivo está bloqueado, las películas y las experiencias de miedo pueden no ser tan divertidas.

¿Qué son los desórdenes del miedo?

Dejando a un lado toda la diversión, los niveles anormales de miedo y ansiedad pueden llevar a una angustia y disfunción significativas y limitan la capacidad de éxito y la alegría de vivir de una persona. Casi una de cada cuatro personas experimenta una forma de trastorno de ansiedad durante sus vidas, y casi el 8% experimenta trastorno por estrés postraumático (TEPT).

Los trastornos de ansiedad y miedo incluyen fobias, fobia social, trastorno de ansiedad generalizada, ansiedad por separación, trastorno de estrés postraumático y trastorno obsesivo compulsivo. Estas afecciones usualmente comienzan a una edad temprana, y sin un tratamiento apropiado pueden volverse crónicas y debilitantes y afectar la trayectoria de vida de una persona. La buena noticia es que tenemos tratamientos efectivos que funcionan en un período de tiempo relativamente corto, en forma de psicoterapia y medicamentos.

Arash Javanbakht y Linda Saab, profesores de Psiquiatría de la Universidad estatal Wayne (EE.UU.). Este artículo se publicó originalmente en The Conversation.

Traducido por Beatriz de Vera
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