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El ajolote (Ambystoma mexicanum), es una especie de anfibio endémico de las aguas de Xochimilco y Chalco (Ciudad de México), aunque hoy en día es casi imposible encontrar uno en su hábitat natural.
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Además de servir de objeto de estudio por la ciencia desde hace 150 años, también ha sido muy influyente en la cultura mexicana. Y razones hay de sobra: por un lado, es el animal con mayor capacidad autoregenerativa; y por otro, los rasgos de su cara dan la impresión de no parar de sonreir.
Parece un bebé toda la vida
Con su eterna apariencia de renacuajo gigante, no es fácil adivinar su verdadera edad. En un fenómeno biológico muy raro conocido como neotenia, los ajolotes conservan sus características de larva o de bebé, como sus branquias y aletas, durante toda su vida, siempre que no se enfrenten a situaciones estresantes, cuando pierde estas propiedades y se convierte en una especie de salamandra.
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Además, sus numerosos embriones (pueden depositar entre 100 y 300 huevos) también son ideales para la investigación porque son transparentes.
Los hay de todos los colores
Este amable anfibio mide unos 25 cm y tiene tres pares de branquias, ojos pequeños, piel lisa y patas con dedos finos y puntiagudos y sin uñas. Sus colores pueden ser muy variados: en estado silvestre, la mayoría son de color café oscuro con el dorso negro.
Pero también pueden ser grises, verdes, anaranjados, blancos o incluso albinos.
Regenera sus miembros amputados
Hace poco, se ha secuenciado por entero su genoma, el más largo hasta ahora, con 32 mil millones de pares de bases, 10 veces más grande que el humano. Este hecho es importante, puesto que los ajolotes tienen la capacidad de reparar y reemplazar gran parte de sus tejidos tras una amputación, incluyendo huesos, músculo y nervios; de curar heridas sin dejar cicatrices y regenerar órganos internos dañados, no solo cuando es bebé, sino en cualquier etapa de su vida. Y los científicos pretenden aplicar este conocimiento en seres humanos.
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Sobreviven a transplantes extremos
Además, son increíblemente resistentes a trasplantes y modificaciones en su cuerpo. Un clásico (y cruel) experimento puso a prueba esta resistencia partiendo por la mitad a dos ajolotes, uno negro y otro albino, y los pegaron con cirugía: sorprendentemente, el nuevo ajolote sobrevivió.
Tienen cuatro órganos para respirar
Lo que parecen cuernos de colores son en realidad las branquias con las que respira, aunque también le sirven para el mismo fin la boca, la piel y los pulmones. Pero aunque parece un prodigio de la naturaleza, lo cierto es que esto también supone que su cuerpo dispone de cuatro vías de entrada de contaminantes. Este es uno de los motivos por el que el ajolote está en peligro extinción en su hábitat: lamentablemente, el gobierno mexicano estima que quedan entre 700 y 1.200 individuos.
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Y por último, sí, son indiscutiblemente adorables.
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