Papa Francisco: destruir el medio ambiente es pecado

Sumándose a los ambientalistas, los científicos del clima, y las agencias espaciales que se preocupan por el cambio climático, el Papa Francisco también se unió al debate por el futuro del medio ambiente. En una conferencia de prensa el pasado jueves en Roma, la máxima autoridad de la Iglesia Católica dijo que la destrucción del medio ambiente es un pecado, y llamó la humanidad a tomar acciones ante “la deuda ecológica que hemos causado”.

El Papa indicó que “somos participantes de un sistema que ha impuesto la mentalidad de la ganancia a cualquier precio, sin preocupación por la exclusión social o la destrucción de la naturaleza”. Añadió que las verdaderas víctimas del cambio climático serán aquellos que tienen menos, incluyendo los pobres y las víctimas de la crisis de refugiados.

Francisco culpó a la humanidad de convertir al planeta en un “lugar de contaminación y desperdicios, lleno de desolación e inmundicia”, al mismo tiempo que alertó de las implicancias del calentamiento global

El Sumo Pontífice, además, apoyó el Acuerdo de París, firmado el año pasado por los países para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Hasta sugirió que el cuidado del planeta debería ser añadido los siete “trabajos de gracia” que los cristianos deberían realizar.

La relación entre la iglesia y la ciencia no ha sido la mejor por siglos. Sin embargo, en las últimas décadas las autoridades eclesiásticas han tratado de hacer comulgar los preceptos científicos y espirituales.

En el 2012, el Papa Benedicto XVI propuso “poner a Dios” en la raíz del progreso científico y tecnológico, de los descubrimientos y avances, para evitar “resultados inquietantes en un momento en que las ciencias experimentales han transformado la visión del mundo”.

Para Benedicto, una mentalidad fundamentalmente técnica y práctica engendra un peligroso desequilibrio entre lo que es técnicamente posible y lo que es moralmente bueno, con consecuencias imprevistas. Por ello, pidió que la ciencia y la fe posean una reciprocidad fecunda y una exigencia complementaria para “entender lo real”.

Cuando, en 1859, Charles Darwin acuñaba la teoría del evolucionismo, la Iglesia puso el grito en el cielo y la llamó “quimera de un ateo blasfemo”. A partir de allí, Darwin fue negado hasta el pontificado de Pío XII. Fue en 1996 que el Papa Juan Pablo II, en representación de los católicos, pidió perdón a Darwin y reconoció públicamente que el evolucionismo es “más que una sola hipótesis". 

Daniel Meza

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