¿Por qué se interrumpen los candidatos en los debates presidenciales?

Hay una serie de razones comunicacionales, psicológicas y sociológicas detrás del afán de los candidatos presidenciales por interrumpirse en pleno debate público. Dominar el intercambio de ideas y ganar votos resultando vencedor en el combate intelectual verbalizado es la principal inquietud, pero esta adopta varias formas y tiene diversos motivos, como explican una serie de expertos de diversas disciplinas en un artículo publicada por Seeker.
De acuerdo con la revista Time, durante el primer debate presidencial en los Estados Unidos, llevado a cabo a fines de septiembre, entre los candidatos Hillary Clinton y Donald Trump, hubo 11 interrupciones de parte de la demócrata y 55 del republicano. El reciente encuentro entre ambos también dejó una diferencia a favor de Trump, aunque más moderada: 15 a 5.
Parece ser la estrategia del magnate de los bienes raíces el hacerse escuchar por encima del discurso de su rival, aunque aún no se conoce si esta realmente viene surtiendo efecto sobre el electorado.
De acuerdo con un estudio publicado en la revista Language en 1974, se establece que el respetar los turnos es la clave de una conversación funcional; no hacerlo es poco común (lo normal son dos interrupciones por conversación en promedio), según una investigación de 1989, publicada en la revista American Sociological Review. Normalmente, las interrupciones se dan cuando una persona interpreta erróneamente que la intervención de su interlocutor ya acabó.
No obstante, en un debate presidencial, dicen los expertos, todo está referido al poder y la dominación de la situación y del adversario político: se interrumpe al otro para retomar la conducción de una conversación.
De acuerdo con Erik Bucy, profesor comunicación estratégica de la Universidad Técnica de Texas, lo que Trump está haciendo es intentar “retomar el mando de la etapa del debate, a pesar de que no es su turno para hablar”. Bucy condujo un pequeño focus group con estudiantes políticamente independientes y halló que no hay suficiente evidencia que permita probar que las interrupciones ayuden o afecten a determinado candidato.
Además del lingüístico, hay un componente de género detrás de la presunta estrategia de Trump. El estudio de 1989 de la revista American Sociological Review arrojó que los hombres interrumpen a las mujeres en mucho mayor medida. La investigación además concluyó que los hombres interrumpían más que las mujeres; asimismo, los varones interrumpían dos veces más a las mujeres que a otros hombres. Mientras que las mujeres interrumpían a ambos géneros a tasas similares.
Los investigadores señalaron que normalmente las interrupciones aparecían cuando en un diálogo había una superioridad jerárquica en algún sentido y que los hombres actuaban “como si el género fuese una característica de estatus”.
Por otro lado, en un estudio de 1989 en el Journal of Nonverbal Behavior, se echó luz sobre la percepción de los oyentes acerca de los que interrumpen. La realidad indicaba que la sensación no era positiva. A los que interrumpían se les acusaba de ser menos sociables y más vehementes, sin importar su género. De la misma manera, invariablemente, quienes interrumpían eran vistos como “más masculinos” que quienes respetaban los turnos.
En el caso de Trump sobre Clinton, según Bucy, las primeras interrupciones pueden haber dado la impresión de que él controlaba la situación, no obstante al seguir dándose durante el debate, la imagen que puede haber dejado el republicano es la de un personaje agresivo.
No es la primera vez que profesionales examinan el discurso de los candidatos durante la campaña presidencial estadounidense. James Hoggan, especialista canadiense en relaciones públicas, definió hace algunos meses al discurso de Donald Trump como “la retórica tóxica” que, compuesta de discursos antisistema, antiinmigrantes, e insultos a discreción, usaba el miedo como estrategia psicológica para captar a sus votantes.
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