¿Se justifica que un gobierno bloquee la pornografía en Internet?

¿Los medios de comunicación de hoy en día son más obscenos que antes? ¿Se acabó el puritanismo o hay un resurgimiento de las prohibiciones? Estas preguntas surgen luego que el gobierno ruso decidiera prohibir los dos principales sitios porno: YouPorn y Pornhub.
La generación de gobernantes y tomadores de decisiones que está emergiendo en el poder, se crió en la dualidad de ver solo los títulos de las revistas pornográficas en los kioskos, mientras sus portadas estaban tapadas por un nylon opaco, pero al mismo tiempo pasaron sus infancias viendo Mazinger Z, un robot que mientras arrimaba sus manos, su fiel compañera Afrodita, lanzaba sus senos al aires para dominar a sus enemigos —los pechos, arma de seducción y dominio. Así crecieron, así crecimos.
¿Se puede prohibir?
“Hay una puja entre los gobiernos de prohibir determinadas cuestiones que se consideran delitos con y la imposibilidad fáctica de prohibir delitos que existen en internet. Con respecto a la pornografía para adultos, no hay en el continente americano ninguna legislación que la prohíba; esto se basa en que las personas adultas hacen y deciden según su voluntad, cuestión amparada en todas las constituciones”, argumenta en diálogo con N+1 el abogado Raúl Martínez Fazzalari, especialista en derecho de las telecomunicaciones.
En la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual de la República Argentina, dictada en 2009 y probablemente promulgada luego del tratamiento y debate más álgido del que haya sabido la vida parlamentaria del país austral, no se contempla ninguna restricción ni regulación para los contenidos de internet. Incluso, en su artículo 68, que vela por los horarios de protección al menor, solo se ocupa de la televisión, quedando obsoleto desde el mismo día que su reglamentación. El peruano-israelí Moshe Tatar, Director de la Carrera de Educación de la Universidad Hebrea de Jerusalén, suele decir que “se trabaja con programas educativos de ayer, dictados por maestros de hoy, pero dirigidos a alumnos de mañana”. La ley siempre va atrás de la realidad.
En el Reino Unido, la denominada pornografía extrema se encuentra prohibida desde 2009, ya que videos de ese tipo habrían servido de inspiración para el asesinato de Jane Lonmghurst por parte de Graham Coutts. La difusión de este tipo de videos tiene una pena de hasta 3 años de prisión. Esta tendencia avanzó hacia el 2013, cuando el entonces Primer Ministro David Cameron decidió poner filtros por default para la pornografía en internet, y se habilitaría solo si el usuario lo solicita. La polémica se avivó aun más cuando a fines del 2014, el gobierno prohibió tipos de pornografía como la eyaculación femenina, entre otros actos para “proteger a los niños”.
La efectividad de las medidas, por otra parte, es dudosa en la era de la información. Por la mera composición de internet, en el mundo libre es fácticamente imposible impedir el acceso de la gente a estos contenidos. Técnicamente lo que un gobierno hace cuando intenta prohibir un sitio, es pedirle al proveedor de servicios (a quienes los usuarios contratan para que les brinde internet), que bloquee los sitios que le solicita. Pero los emisores de contenidos se las arreglan para que aparezcan por otra url.
La pornografía, ¿sexo de mentira?
Sin embargo, algunos profesionales creen, en parte, que pueden existir justificaciones para estos bloqueos (o el intento de ello). “Lo virtual empezó a funcionar como un paredón entre las personas. En el consultorio veo pacientes que no salen, se aíslan, conocen en sitios de internet y no se arriesgan a que les suceda algo”, detalla ante N+1 la Licenciada Sandra Lustgarten, reconocida sexóloga.
“Estoy tratando de decirte que me desespero de esperarte, que no salgo a buscarte porque sé que corro el riesgo de encontrarte”. Así se las ingenió Andrés Calamaro para musicalizar este fenómeno en el que “entra en juego la parte fóbica; la sociedad necesita vincularse desde lo sensorial, el tacto, la mirada y en esos videos porno online no interactúan ni los gestos faciales ni los tonos de voz”, prosigue Lustgarten.
No obstante, “cuanto más lo prohibís, más deseos tenés de conocerlo y de ser parte de él. Si lo prohibís, se busca más, despierta la morbo y estimula toda la parte voyeurista que uno pueda tener. Lo prohibido es tentador”, asegura la sexóloga.
Si bien se aduce ilegalidad como causa para la prohibición de estos dos sitios, el Roskomnadzor, la entidad de Servicios Federales para la Supervisión de las Comunicaciones, las Tecnologías y los Medios de Comunicación, este mismo organismo recomendó a la gente en el 2105, durante su anterior raid de censuras, “prueben hacerlo encontrándose con alguien en la vida real”.
Masturbación y adicción
Otro uso que suele darse al servicio de videos pornográficos por internet, es el incentivo para la masturbación, ya que estas imágenes pueden llegar “a la carta” al lugar donde el usuario se pueda encontrar en soledad.
Sin embargo, Lustgarten pone en duda tales beneficios de la autosatisfacción con la porno online. “Muchos de los que tienen dificultades para relacionarse, utilizan la masturbación como tratamiento. No sienten compromiso, no hay vínculo que sostener ni responsabilidad con nadie. Cuando una persona necesita masturbarse, es porque tiene una dificultad sexual que está supliendo. El beneficio sería buscar el problema. Queda como marginado, porque no puede contarle a los demás como disfruta de su sexualidad”.
Si bien no hay un estudio que lo afirme categóricamente (la adicción a la masturbación no es considerada un trastorno mental y las universidades de Cambridge y California niegan que exista), los casos en el consultorio de la sexóloga se reflejan en sociedades como las llamada NoFap en Reddit, que cuenta con casi 200.000 usuarios que activamente discuten y comparten su lucha contra la pornografía online: la obsesión por ella les ha traído problemas laborales, maritales, personales, que buscan resolver y se comprometen a dejar el consumo de este tipo de material por cierto tiempo.
Las razones de los gobiernos para los bloqueos han sido vagas y, por más que tengan intenciones nobles, entran en conflicto con las libertades individuales. Tal como lo dice Martínez Fazzalari, quien esta en contra de esta estas restricciónes, “que un gobierno pretenda prohibirlo es en contra del libre discernimiento y voluntad de la persona. Toda norma debe proteger derechos, nunca dar consejos”.
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