Los ratones huelen y sienten el dolor de sus congéneres

En los ratones, el dolor puede ser transferido socialmente, descubrió un estudio publicado en la revista Science Advances. De cumplirse esto en las personas, podría ayudar a explicar condiciones como la fibromialgia —mal por el que las personas sienten dolores musculares crónicos en ausencia de razones médicas obvias.
“Demostramos por primera vez que no se necesita estar lesionado o tener alguna inflamación para desarrollar un dolor”, dijo el jefe del equipo de investigadores, el neurocientífico Andrey Ryabinin de la Universidad de Salud y Ciencias de Oregón. El dolor —indicó— puede desarrollarse simplemente por razones sociales.
El fenómeno se pudo apreciar en ratones aislados de contacto directo con otros ratones que padecían de dolor. El equipo halló que los ratones ‘observadores’ (los cuales no estaban sometidos al dolor pero estaba muy cerca de otros que sí) se volvieron tan hipersensibles al dolor como sus compañeros (sujeto a estímulos de dolor). Todos los ratones estuvieron en la misma habitación, pero las jaulas estaban separadas con distancias de por lo menos 1 a 2 metros, y los animales no se podían ver entre sí.
El equipo sometió a los ratones experimentales a los procesos siguientes: debían ‘dejar’ el alcohol o la heroína tras un proceso de adicción (es conocido que personas que abandonan adicciones de este tipo padecen de dolores crónicos) y también se les inyectó un químico irritante en sus patas. Más tarde, se revisó los niveles de hipersensibilidad a ‘adoloridos’ y a ‘observadores’ en tres niveles distintos. Un test probó haciéndoles cosquillas a sus pies con cabello fino, otro sumergió sus colas en agua caliente para ver qué tan rápido la retiraban y en un último test sus patas fueron inyectadas con una sustancia irritante para ver qué tan frecuentemente se lamían.
“Cuando el dolor fue causado por la renuncia a la heroína o alcohol, los puntajes de los observadores empataban aquellos de los ratones experimentales”, dijo Ryabinin. En contraste, un tercer grupo ratones de control, ubicados en una habitación vecina no aumentaron sus niveles de hipersensibilidad. Cuando los ratones experimentales fueron sometidos al dolor a causa de una sustancia irritante, la hipersensibilidad en los observadores llego a ser la mitad de la del grupo anterior. Aun así, era aún muy alta si se le comparaba con el tercer grupo de ratones, el grupo de control.
Ryabinin, posteriormente, descubrió que la clave de la transmisión de la hipersensibilidad estaba en los olores secretados por los ratones adoloridos, dado que el grupo de observadores reaccionó del mismo modo cuando fueron expuestos solamente al lecho de los roedores lastimados, en ausencia de ellos.
El científico especula que este fenómeno podría haber evolucionado para para alertar a compañeros de peligros inminentes, enfermedades o amenazas. Los resultados podrían explicar por qué algunas personas experimentan malestares sin razones obvias. No obstante, trabajar en personas podría ser más difícil que con ratones, puesto a que estas no necesariamente vinculadas con señales de olor como los ratones.
“El estudio tiene potenciales implicancias en personas que viven con pacientes crónicos, dado que estos podrían estar en riesgo de desarrollar condiciones de dolor crónicas”, indicó Ryabinin a NewScientist.
Fuertes vínculos entre el dolor físico y la empatía social también se evidenciaron en un experimento con el paracetamol. Se descubrió que este medicamento, además de reducir el dolor físico, redujo notablemente los niveles de empatía de una persona hacia el dolor ajeno.
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