Lo que le espera a la NASA con Donald Trump como presidente

Inevitablemente Donald Trump —el flamante presidente electo de los Estados Unidos— deberá lidiar con una serie de temas relacionados a la política espacial de su país, siendo este el que más dinero invierte en políticas espaciales con 19.3 mil millones de dólares de presupuesto, seguido de muy lejos por China (500 millones de dólares). Estas implicancias harán de las discusiones en el referido campo acaso una de las más fervorosas, aun sabiendo que la prioridad la tendrán otros temas como la inmigración, salud o la economía.
Brian Weeden, consejero técnico de la organización Secure World Foundation, indicó hace poco —en una presentación sobre las Futuras Operaciones de la NASA— que uno de los temas más disputados será el programa de exploración espacial humana de la agencia. Para situarnos en el tiempo, la gestión de Obama ordenó la cancelación del programa Constellation —iniciativa del gobierno de Bush que buscaba llevar de vuelta a EE.UU. a la luna antes del 2020. En su lugar, planteó la misión Asteroid Redirect Mission (ARM), que buscaba llegar a un asteroide cercano a la Tierra para el 2025, redirigir un trozo de este a una órbita estable para que los astronautas lo estudien, y luego llevar a estos últimos a las proximidades de Marte en el 2030.
Pero ARM ha reunido a detractores de peso en el Capitolio. El propio Comité parlamentario de Asignaciones de la Cámara de Representantes propuso negarle fondos al plan. La razón, según la iniciativa, es que “la misión no contribuye significativamente en el mayor objetivo que es llegar a Marte”. En lugar de ello, pidió a la NASA que vuelva al plan para volver a la Luna y así probar las capacidades necesarias en Marte, incluyendo módulos de habitáculos, exploración, y vehículos ideales para el aterrizaje y despegue. Dicho esto, el debate asteroide-luna dista mucho de acabar pronto.
Weeden cree que el gobierno de Trump también deberá afrontar una serie de preguntas relacionadas a la cooperación internacional: ¿qué tanta será dicha cooperación en relación al viaje a Marte y otros megaproyectos, y quiénes serán los que participen de ella? ¿Será China –con sus cada vez más importantes avances espaciales— involucrada en la coalición internacional, aun cuando la legislación estadounidense prohíbe a la NASA trabajar con China?”.
El analista, en declaraciones que recoge Space.com, también puso en el tapete la relación de la NASA con el sector privado. Es una tradición de los gobiernos de Bush y Obama delegar actividades en órbitas bajas al sector privado, reservando las operaciones más ambiciosas (como llevar a la humanidad a Marte) para la NASA. Por ejemplo, Space X y Orbital ATK actualmente lleva misiones de cargo a la Estación Espacial Internacional de la NASA, y Space X y Boeing empezarían a llevar astronautas al laboratorio en órbita en uno o dos años.
La llegada de Trump podría significar aires de cambio a este sistema. Si bien las grandes corporaciones del sector admiten no haber hecho mayores coordinaciones previas con el equipo de Trump en cuanto a exploración espacial, el republicano ha sugerido que intentaría reducir los costos de onerosos programas como el Space Launch System o la nave espacial Orion, reemplazándolos o aprovechando fondos de alternativas privadas. “Acuerdos público privados deben ser la base de nuestros esfuerzos espaciales; esto reduciría costos y nos sacaría de estructuras burocráticas”, indicaron Bob Walker y Peter Navarro, asesores de Trump.
El tema económico-comercial, es otra arista de la exploración espacial que se deberá abordar: qué agencias federales deben regular el sector minero espacial naciente y otras realidades potenciales como estaciones espaciales privadas y puestos de avanzada comerciales lunares.
Asimismo, Trump también deberá lidiar con temas de seguridad nacional. Mucho del poder militar estadounidense está apoyado en la capacidad de sus satélites de registrar desde el espacio el terreno de sus adversarios de guerra. La nivelación en capacidades de sus adversarios, forzaría a EE.UU. a plantear una estrategia: la de disuadir a sus rivales como Rusia o China o la de contrarrestarlas unilateralmente.
El reciente poder adquirido por los republicanos tanto en la Casa Blanca como en el Parlamento muy probablemente garantizará medidas con repercusión en el ámbito espacial.
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