¿Por qué sentimos cosquillas? La ciencia responde

El monitoreo de electrodos implantados en cerebros de ratas de laboratorio ha permitido a un grupo de investigadores identificar la región del cerebro que activa el reflejo natural de estos animales —y quizás en los seres humanos— ante lo que conocemos como cosquillas. La risa que estas producen dejaría de ser “inexplicable” gracias a esta investigación del Centro Bernstein de Neurociencia Computacional en Berlín, publicada en la revista Science.
Los sujetos de estudio seleccionados —los roedores— revelaron mayores similitudes con los humanos, al menos en el apartado de las cosquillas, al comprobarse en el estudio que sienten este impulso nervioso en lugares similares: los estómagos y las patas traseras; y no la espalda ni las patas delanteras. Incluso, el trabajo concluye que, como los humanos, las ratas sienten más o menos cosquillas dependiendo de su estado de ánimo.
Los neurocientíficos Michael Brecht y Shimpei Ishiyama se decantaron por esta especie para iniciar sus experimentos siguiendo la pista de su colega Jaak Panksepp. Panksepp, que a fines de los noventa trabajaba en la Bowling Green State University de Ohio, descubrió que las ratas emiten ultrasonidos chirriantes, similares a la risa, al recibir estímulos similares a las cosquillas.
Fue así que cinco especímenes fueron conectados a ocho electrodos en la parte de sus cerebros que corresponde al contacto con la piel. Al recibir las cosquillas, emitieron los chirridos mencionados pero, además, los electrodos permitieron monitorear el flujo de señales nerviosas que estas pusieron en movimiento.
Se detectó que fueron las neuronas del tronco de la corteza somatosensorial, el área de control nervioso de la piel, las que emitieron la respuesta más intensa ante las cosquillas del vientre y no a las hechas en el lomo de los animales. Dicha señal tuvo consonancia con los chirridos emitidos por las ratas en cada caso.
Con ello, Brecht e Ishiyama intentaron, exitosamente, lograr la misma respuesta únicamente estimulando directamente el tronco de la corteza somatosensorial: esta región es la clave de las cosquillosas y su efecto.
Asimismo, la actividad de esta zona cerebral, concluyeron los científicos, queda reducida al mínimo cuando las condiciones del ambiente estresan al sujeto. Ello fue posible de evaluar cuando las ratas fueron sometidas a espacios cerrados con luces intensas, para volverlas ansiosas: el miedo suprimió la actividad de la corteza somatosensorial.
Luego de someter al primer animal a las cosquillas, estimulándolo con sus manos, los investigadores notaron que otros animales perseguían precisamente sus manos. Al registrar la actividad de sus cortezas somatosensoriales, detectaron que estas enviaban respuestas similares a las de las cosquillas, sugiriendo ello que el cosquilleo fortalece el vínculo social y el juego, una de las sospechas que ya tenía Panksepp. Precisamente este especialista recomienda profundizar el reciente estudio para probar que las ratas buscan activamente la estimulación de la corteza somatosensorial para confirmar que el chirrido —entendido como su risa— es signo de disfrute.
Así como este, un reciente estudio de la Universidad de Harvard con 36 pacientes con lesiones en el tronco encefálico reveló que la mayoría de estos sujetos tenían daño en la misma región del mismo, a diferencia de pacientes completamente conscientes. El trabajo ha permitido así identificar el área del cerebro responsable de mantenernos conscientes, lo cual abre opciones de tratamiento para pacientes en coma o estado vegetativo.
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