El papelón de los Uber autónomos: no respetan ni la luz roja

La alegría del estreno de los coches autónomos de Uber en San Francisco, en California, duró hasta que se encontró con la realidad. Los vehículos —en teoría— emancipados de conductores empezaron a mostrar problemas rápidamente tras su estreno para el público en general el 14 de diciembre. Y no estamos hablando de pequeñeces; más bien, aludimos a fallos que suponen la diferencia entre la vida y la muerte.
Para dar un poco de contexto, Uber empezó a mediados de este mes su programa de pruebas de taxis no tripulados como una extensión a lo hecho antes en Pittsburgh, Pensilvania. Para ambas etapas, Uber hizo un trato con Volvo, firma que le provee de modelos Volvo XC90 “especialmente adaptados para la conducción autónoma”. Al aporte de Volvo se sumó el software de la compañía de taxis. Si bien en Pittsburgh las cosas fueron aparentemente bien y la firma contó con el entusiasmo de las autoridad local, las reacciones negativas en San Francisco no se hicieron esperar a cinco días del estreno.
Empecemos por lo más reciente: Uber acaba de admitir que hay un problema con la forma en que los autos autónomos cruzan el carril destinado a los ciclistas. El software de los vehículos no se incorpora al carril de la bicicleta para realizar naturalmente un giro a la derecha de forma correcta; en cambio, espera hasta el último momento para doblar y lo atraviesa transversalmente, lo que podría ocasionar un accidente si un ciclista lo alcanza y no le da tiempo para frenar. Fue la Coalición de la Bicicleta de San Francisco que advirtió a las autoridades del garrafal fallo que podría significar algún choque o accidente mortal para aquellos que usan la bici. Ante ello, una vocera de Uber respondió con que los ingenieros estaban trabajando en reparar este problema de crucial importancia —en una ciudad donde se estima hay 82.000 viajes en bicicleta a diario y más de 200 millas de vías para este tipo de medio.
Cruce defectuoso y muy peligroso de las ciclovías.
Pero hay algo aun peor: los locales han advertido, incluso a través de videos, cómo los autos de Uber atraviesan la luz roja del semáforo. Estamos hablando de acaso la peor de todas las faltas, por lo fundamental que son las luces para ordenar el tráfico y evitar accidentes graves o leves. Es, en suma, lo más elemental que todo vehículo, autónomo o no, debería respetar. Si no funciona el reconocimiento de la luz roja, entonces, ¿qué le queda a un auto autónomo? Eso no fue todo, también hubo testimonios: Annie Gaus, periodista tecnológica del San Francisco Business Times, contó en Twitter que iba de pasajera en un Lyft —la competencia directa de Uber— y aseguró que uno de los autos autónomos Volvo casi los choca y que además, se quedó parado en medio de la intersección (al que además fotografió).
Finalmente, Uber tampoco ha dado pie con bola en el tema legal, donde ha sido cuestionado por las propias autoridades de transporte de San Francisco. Ya el 14, el mismo día en que los taxis autónomos salieron a circular, el Departamento de Vehículos Motorizados de California (DVMC) ya urgía a Uber ponerse en regla solicitando el permiso para operar sus autos no tripulados en la ciudad. Ese día, en una declaración pública, la autoridad indicó que “veinte fabricantes obtuvieron el permiso; Uber debe hacer lo mismo”. A esto, la empresa respondió públicamente que no haría caso al pedido por el hecho de que colocan un conductor en el asiento delantero del vehículo para responder a cualquier contingencia, por lo que técnicamente, para Uber, no se está hablando de autos cien por ciento autónomos. Por ello, alegan, no necesitan el permiso. Pero la fiscal general de California ha respondido el viernes amenazando con acciones legales si la empresa no retira sus autos de las calles de San Francisco.
Así las cosas, Uber se ha ganado a un grupo de autoridades y una creciente corriente de opinión pública en su contra, alertando de los peligros letales que sus fallos podrían significar.
La primera muerte causada por un coche autónomo ocurrió en mayo del 2016, en un Tesla. A diferencia de Uber, Tesla es una de las 20 firmas que tiene el permiso de las autoridades para probar autos no tripulados.
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