El centro de la Vía Láctea escupe pedazos de estrellas a grandes velocidades

Todo —las lecturas de señales de radio hechas por el Very Long Baseline Array, un sistema de diez radiotelescopios— parece indicar que al centro de nuestra galaxia, existe agujero negro supermasivo. Y este agujero,  de acuerdo con una investigación presentada en la reunión de la Sociedad Astronómica Americana en Grapevine, Texas, este año, podría estar tragando estrellas y escupiendo a grandes velocidades los restos de las mismas, hacia el infinito.

Al centro de la Vía Láctea existe una fuente de emisión de radio compleja, una estructura llamada Sagitario A que emite señales de radio y que tendría al menos tres partes, comprendidas en la constelación del mismo nombre, Sagitario.

De las tres partes, la candidata de mayor fuerza para albergar un hoyo negro es Sagitario A*, un punto extremadamente brillante al centro del espiral que constituye Sagitario A.

Sagitario A*, con una masa equivalente a 4,1 millones la del Sol, contendría el agujero negro, con 1.300 veces la masa del Sol, que estaría lanzando pedazos de estrella —del tamaño de Neptuno o incluso de varias veces el de Júpiter— a nada menos que 10.000 km por segundo. Ello, de acuerdo a lo que sugieren simulaciones de James Guillochon en el Harvard-Smithsonian Center for Astrophysics y Eden Girma en Harvard College.

Un agujero negro es una concentración inusual de masa en el espacio, al punto que logra generar un campo gravitatorio propio que no deja escapar partícula alguna, ni siquiera la luz. Por ello, cuando una estrella pasa lo suficientemente cerca de este hoyo al centro de la Vía Láctea —lo cual ocurre cada 10.000 años aproximadamente, según las proyecciones del reciente trabajo— queda atrapada y su masa es convertida un alargado hilo mientras es succionada por el poderoso campo gravitacional.

Este proceso deja residuos de masa estelar en el espacio que son lanzados del centro de la galaxia hacia su exterior. De hecho, uno de cada mil cuerpos flotantes de tamaño de planeta debería ser formado de esta manera, según los cálculos de la investigación. El más cercano a la Tierra podría estar a unos cientos de años luz de distancia, y podría haber llegado de 50 millones de años luz de distancia.

Algunos de los restos detectables en el espacio podrán ser tan solo partículas de luz o tal vez de alta energía, según Guillochon, pero son, igualmente, partes distintas de estrellas, por lo cual es interesante para la ciencia su observación. Aunque no menos compleja.

Detectarlos es complicado por su brillo escaso y velocidad, aunque las pistas y señales de su presencia son la forma en que su gravedad distorsiona la luz de las estrellas detrás de ellos, pero aún la ciencia no está lista para este tipo de cacerías. Al menos, sí, el reciente estudio permite calibrar mejor los telescopios, hacia el punto de partida de estos cuerpos.

 

Hans Huerto

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