Comprobado: la literatura científica es cada vez menos legible

Fragmento del Manuscrito Voynich, escrito entre 1404-1438, sin poder descifrarse hasta el día de hoy.
Investigadores suecos del Instituto Karolinska han descubierto que, en los últimos cien años, los artículos científicos se han hecho cada vez más difíciles de leer. Para ello, analizaron cientos de miles de reseñas biomédicas y su influencia en la divulgación de la jerga científica. Esta investigación incluye no solo la terminología especializada, sino palabras reconocibles por el lector común que son poco utilizadas en el habla cotidiana. Una publicación preliminar del trabajo se puede encontrar en la página bioRxiv.
Las reseñas científicas analizadas fueron publicadas entre 1881 y 2015 en 122 revistas académicas como Nature, Science y otras. Los investigadores concluyen que, con el tiempo, estos textos se han vuelto cada vez menos legibles, ya que el uso de la jerga científica poco comprensible para el lector externo ha ido en constante aumento.
Mientras que en los últimos tiempos el léxico de los discursos políticos se ha simplificado, lo mismo que el lenguaje de los medios de comunicaciones y hasta las artes, los artículos científicos de los últimos 40 años, además de aumentar la terminología complicada para el lector común, también han tenido algunos cambios en su vocabulario, como el aumento de palabras consideradas con carga positiva, como “innovador” o “útil”.
Para comprender cómo es que los textos se hicieron más complicados, los científicos utilizaron dos algoritmos, Flesch Reading Ease (FRE) y New Dale-Chall Readability Formula (NDC). FRE analizó el número de letras en las palabras y el número de palabras en una oración. Por su parte, NDC también tuvo en cuenta el número de palabras en una oración, pero además determinó cuáles de estas son consideradas “complejas” según su propio diccionario de palabras “comunes”.
Una de las razones para este fenómeno se debe el aumento de autores que tiene un mismo artículo, señalan los investigadores, recordando el viejo proverbio que dice: “Muchos cocineros estropean el caldo”. Al poner a prueba esta hipótesis, ellos descubrieron que, efectivamente, existe una correlación entre el número de autores y la legibilidad de un texto, aunque este comprobación no termina de ser un factor determinante.
La segunda hipótesis postula que la jerga científica está tan instalada en el lenguaje de los investigadores que, prácticamente, han hecho de ella un idioma aparte para sus artículos. Esto incluye no solo terminología técnica, sino palabras cotidianas que en el contexto académico se usan con mucho más frecuencia que en el habla coloquial, como por ejemplo “robusto”, “significante”, “adicionalmente” y “subyacente”.
Los autores de la investigación están convencidos de que la complejidad de los textos científicos es un mal necesario, ya que la cantidad de conocimiento crece constantemente, por lo que también crece la cantidad de descripciones posibles de fenómenos y procesos, que muchas veces son difíciles de asir en si mismos y no caben en simplificaciones.
Ana Kaznadzey
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