Cuando los nazis intentaron “resucitar” animales extintos

Imagen del Uro, la variedad salvaje del toro. Sigismund von Herberstein
Se sabe que los nazis buscaron la pureza racial en los humanos, pero esta búsqueda los llevó también a querer transformar la naturaleza convirtiendo espacios “contaminados” en réplicas de la naturaleza germana ancestral. Para ello “resucitaron” animales europeos autóctonos extintos.
Esta historia ha sido traída a flote en el nuevo filme The Zookeeper’s Wife (basada en el libro de no-ficción del mismo título de Diane Ackerman). En la historia, aparece Lutz Heck, personaje que tenía la tarea de saquear el zoológico de Varsovia para enviar ciertos animales a Alemania —con el fin de reiventar la naturaleza para traer a especies extintas a la vida.
Heck y su hermano menor, Heinz, crecieron inmersos en la cría de animales, en una época en la que en Europa se llevaban a cabo experimentos muy extraños. La gente criaba ligres (híbrido entre león y tigresa) y tigones (híbrido entre tigre y leona), mientras que el bisonte europeo estaba cerca de la extinción.
De acuerdo con un artículo escrito por Driessen y Jamie Lorimer, Heinz vio la extinción del bisonte europeo como el resultado natural de la caza excesiva de tribus nómadas. Su hermano Lutz, por el contrario, se acercó a la ideología nazi que buscaba el retorno a un pasado mítico alemán libre de impurezas raciales.
En su autobiografía “Animales: Mi aventura”, Lutz describe cómo se fascinó con los animales que asociaba a ese pasado mítico, especialmente el bisonte y los formidables uros.
El uro era un bóvido salvaje, del cual descienden casi la totalidad de las especies actuales de ganado vacuno. Podía alcanzar los 2 metros de altura y tenía cuernos prominentes.
Los hermanos creían que podían “resucitarlo” a través del cruce intenso entre bueyes con la misma coloración, comportamiento y forma de cuerno que tenían los uros.
"Lo que mi hermano y yo teníamos que hacer era unir todas las características del animal salvaje en uno solo, características que ahora sólo se encuentran por separado en diferentes animales", escribió Heck en su libro. Su plan era inverso al de los experimentos rusos para crear zorros domesticados través de la cría selectiva. Los hermanos pensaban que podían retrocriar animales y eliminar los aspectos de su fenotipo que los hizo domesticables.
Lutz y Heinz viajaron por el continente en busca de los bueyes apropiados para la producción de los uros, estudiaron los cráneos y las pinturas rupestres para decidir qué bueyes eran similares a los uros. En 1930, ellos creyeron haber revivido la especie. Los animales criados serían conocidos en el futuro como “ganado de Heck” y poseerían personalidades agresivas, largos cuernos y una notable capacidad de sobrevivir sin la ayuda humana. Los rebaños se extendieron por el país.
Pero a pesar de su interés compartido en la zoología y la ganadería, el destino de los hermanos se separó cuando los nazis llegaron al poder, a principios de 1930.
Lutz se unió al partido nazi y ganó un poderoso aliado: Hermann Göring, segundo en comando de Adolfo Hilter. Los dos hombres se unieron por el interés de recrear paisajes alemanes ancestrales. Göring le concedió a Lutz el título de la Autoridad de Protección de la Naturaleza en 1938.
Lutz continuó con la retrocría con el apoyo de Göring, experimentando con el tarpán (caballos salvajes, cuyos descendientes todavía existen hoy) y bisontes. Las creaciones de Lutz fueron dispersados en varios bosques y reservas de caza, donde Göring pudo satisfacer su deseo de recrear escenas míticas alemanas.
Durante la II Guerra Mundial, las fuerzas aliadas mataron a los animales salvajes. Sin embargo, algunos de los bueyes Heck y los caballos tarpán sobrevivieron, pero fueron pocos. Sus descendientes pueden ser vistos hoy en algunos zoológicos. Cabe destacar que actualmente los científicos están intentando “resucitar” al uro, usando la misma técnica que Lutz.
María Cervantes
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