¿Puede un chiste racista combatir la discriminación?

¿El humor combate o refuerza los estereotipos? /Ben White

Algunas personas creen que el humor ofensivo que incide en el sexismo o el racismo puede ayudar a romper las barreras y desafiar los prejuicios, sin embargo, hay quienes consideran que estos chistes no hacen más que solidificar el estereotipo y el statu quo. Karen Morgan, investigadora del Centro de Atención Académica y Primaria de la Facultad de Medicina Social y Comunitaria de la Universidad de Bristol y Simon Weaver, experto en comunicación de la Universidad Brunel de Londres (ambas en el Reino Unido), han publicado un artículo en The Conversation ahondando en la investigación académica sobre las implicaciones de las bromas ofensivas.

Existen estudios psicológicos sobre el humor, como este de la Universidad de Michigan (EE.UU.) que afirma que las bromas que denigran o menosprecian a un individuo o grupo social mantienen vivo el prejuicio que se tenía contra ellos. Un trabajo publicado en Current Research in Social Psychology realizó un hallazgo esclarecedor: la exposición al humor sexista puede disminuir la percepción masculina de la gravedad de la violación. En cuanto al efecto sobre las mujeres, citan este otro estudio que asegura que aumenta la propensión de estas a "verse verse como objetos" y desarrollar preocupaciones por su imagen física.

Sin embargo, hay otra corriente que considera que el humor ofensivo puede ser un arma para la resistencia. Este artículo de Simon Weaver demuestra que el uso de estereotipos racistas por parte de comediantes de raza negra y de minorías étnicas tiene el potencial de socavar el racismo. Los comediantes con discapacidades también han ridiculizado los estereotipos de su colectivo al invertir los comentarios ofensivos de los no discapacitados.

Pero para que esto surta efecto, según los autores del artículo de The Conversation, es importante que el chiste discriminatorio lleve implícita una sátira que vaya en contra de estos comportamientos. En su estudio de campo ofrecen un ejemplo muy claro: los chistes sobre violación. Analizan el caso de un comediante británico, Ricky Gervais, en cuyo monólogo, la violación sirve como broma porque se utiliza como un acto sin gravedad: “Es imposible evitar la lectura misógina. No hay una clara sátira anti-violación en el chiste”, escriben los autores, que opinan que este humor trivializa la criminalidad de la violación.

Sin embargo, también cuentan el caso de la comediante estadounidense Sarah Silverman, que utiliza el mismo tema en sus espectáculos de una manera más obviamente satírica, ironizando sobre que las víctimas no van a quejarse de los chistes sexistas, porque “ni siquiera denuncian las violaciones”. Este humor duro y directo, Silverman lo dirige a criticar a los comediantes masculinos que usan la violación en su comedia. De hecho, dicen los autores, “destaca una cultura hipócrita que por un lado se refiere a la violación como un crimen grave, mientras que por otro lado se ríe de chistes sobre este tema”.

Afirman que una difusa distinción entre una cultura de discriminación y el humor, puede contribuir a normalizar los abusos. El humor ofensivo puede servir para revertir estereotipos, opinan, pero el éxito de esta broma inversa tiene mucho que ver con la identidad del cómico - los comediantes blancos y no discapacitados que bromean sobre las personas negras o discapacitadas tienen que trabajar mucho más para no reforzar los estereotipos.

Un estudio reciente afirma que el éxito de los chistes sexistas y anti-homosexuales entre los hombres heterosexuales tiene que ver con que ven peligrar lo que entienden como masculinidad, tal como es definida por las típicas normas de género asignadas a los hombres, porque la sienten desafiada o amenazada.

Beatriz de Vera

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