Aunque bebas poco, el alcohol daña tu cerebro, según controvertido estudio

Investigadores de la Universidad de Oxford y el University College de Londres (Reino Unido) concluyeron recientemente que incluso un consumo moderado de alcohol podría dañar el cerebro. El estudio, publicado en el British Medical Journal (BMJ), siguió a 550 hombres y mujeres, no dependientes del alcohol, durante 30 años.
Los participantes fueron categorizados en cuatro grupos basados en la cantidad de alcohol que bebían por semana. El grupo abstinente bebía menos de una bebida estándar; el segundo que menos alcohol ingería, entre una y siete bebidas; el tercero, entre siete y 14 bebidas a la semana para las mujeres, y entre siete y 21 bebidas para los hombres; y, en el último, los hombres que tomaban 21 o más bebidas por semana, y las mujeres que bebían 14 o más. Los participantes se sometieron a exámenes cerebrales una vez (pasados 30 años) y pruebas neuropsicológicas cinco veces durante ese tiempo.
Los investigadores encontraron que, en comparación con los abstinentes, las personas que bebieron un promedio de 30 o más bebidas a la semana a lo largo de los 30 años tenían más probabilidades de tener un hipocampo más pequeño, el área del cerebro importante para el aprendizaje, la memoria y la conciencia espacial. Pero incluso aquellos que bebían entre 14 y 21 bebidas por semana veían reducida esta parte del cerebro.
Sin embargo, según escribe Nicole Lee, profesor en el Instituto Nacional de Investigación sobre Drogas de la Universidad de Curtin y Rob Hester, profesor en la Escuela de Ciencias Psicológicas de Melbourne (Australia), en un artículo de The Conversation, hay algunas razones por las que deberíamos ser cautelosos con estos resultados: “El estudio examinó la función cerebral [lo que funciona bien en el cerebro, medido por pruebas neuropsicológicas] a través del tiempo, pero los investigadores midieron la estructura cerebral [la composición física del cerebro] con un escáner cerebral solo al final del estudio”. Además, aunque el hipocampo era más pequeño en los grupos más bebedores, el consumo de alcohol no parecía afectar la función del cerebro.
El estudio midió el funcionamiento del cerebro (memoria visual y verbal, función ejecutiva y memoria de trabajo), pero encontró problemas relacionados con el alcohol en una sola función: la fluidez verbal (la facilidad con la que podemos recuperar palabras). Sin embargo, no en las relacionadas con la memoria y funciones ejecutivas (como planificación, resolución de problemas y control de impulsos), que son, por lo general, los dominios cognitivos más sensibles a los efectos del alcohol.
Y, al no haber escaneado el cerebro de los participantes al comienzo del estudio, los investigadores tampoco conocían el tamaño original de su hipocampo, sino que los compararon con el tamaño esperado, usando una escala establecida para ese propósito. Según los expertos, aunque alrededor del 65% de las personas que bebieron de 14 a 21 bebidas por semana mostraron un hipocampo más pequeño, incluso el 35% de los abstinentes tenían atrofia del hipocampo.
Pese a que el estudio presente fallos metodológicos, los expertos consideran lógico que algo como el alcohol, que tiene un fuerte impacto a corto plazo en el cerebro, podría tener efectos a largo plazo, y consideran que este estudio puede sumarse a la creciente evidencia de que el alcohol puede afectar la estructura del cerebro, "pero todavía estamos lejos de saber cuánto afecta al cerebro el consumo moderado de alcohol y si eso se traduce en un deterioro funcional. El alcohol está implicado en una serie de problemas de salud física y mental y debe usarse ocasionalmente y dentro de los límites recomendados. Los estudios que han contado los beneficios para la salud de beber moderadamente, han demostrado ser metodológicamente defectuosos", concluyen.
Por otra parte, puede parecer que el consumo de alcohol modifica temporalmente nuestro comportamientp de un modo inevitable, pero una investigación de expertos en salud mental de la Universidad de Missouri (EE.UU.), publicada en la revista Clinical Psychological Science, cuenta que cuando nos emborrachamos, nuestra personalidad cambia, pero no tanto como creemos. Al menos, de acuerdo con observadores de nuestro comportamiento en estado etílico, en otras palabras, de quienes nos rodean.
Beatriz de Vera
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