Nuevo estudio apoya la Teoría del Equilibrio Puntual, la explicación más controvertida de la evolución

Moldes del cráneo de la evolución humana. De izquierda a derecha: 'Australopithecus afarensis', 'Homo habilis', 'Homo ergaster', 'Homo erectus' y 'Homo neanderthalensis'. /Roger Seymour. Casts photographed in the South Australian Museum.
A principios de los años setenta, los paleontólogos Stephen Jay Gould y Niles Eldredge trataban de explicar uno de los puntos más controvertidos de las teorías evolutivas: la falta de “fósiles de transición”. Apenas existen ejemplos en el registro fósil de criaturas que representen una fase intermedia entre las antiguas especies y las modernas en las que evolucionaron, por lo que los científicos propusieron la Teoría del equilibrio puntual, según la cual, los cambios evolutivos no se producen de forma lenta y gradual a lo largo del tiempo, sino que suceden muy rápidamente y en momentos muy determinados. Esto desató inmediatamente la controversia entre defensores y detractores de la teoría hegemónica propuesta por Darwin y Wallace, un siglo antes.
La teoría se sustentaba en dos principios importantes. El primero era que, tras evolucionar, la especie tiende a permanecer igual hasta el momento de su extinción. El segundo, que cuando parte de una especie queda aislada del resto y se ve sometida a una presión selectiva diferente, puede evolucionar hacia algo nuevo muy rápidamente. La teoría suscitó numerosas críticas y fue rotundamente negada por científicos como Richard Dawkins, o filósofos como Daniel Dennett. Después de medio siglo, el asunto está aún muy lejos de haberse apaciguado.
Ahora, un nuevo trabajo, llevado a cabo por Michael Landis y Joshua Schraiber, de la Universidad Temple de Pennsylvania (EE.UU.), aviva la llama del debate. Los científicos refuerzan la idea de una especiación rápida frente a un proceso lento y gradual. Para llegar a sus conclusiones, los investigadores construyeron un modelo matemático basado en la distribución de probabilidad aleatoria y alimentado con conjuntos de datos derivados de las características morfológicas de 50 grupos de animales relacionados genéticamente, entre ellos mamíferos, reptiles, aves, peces y anfibios. Según los investigadores, los resultados encajan mucho mejor con un modelo de desarrollo puntual.
Los datos utilizados en el estudio se refieren a especies modernas, pero los científicos prevén que en un próximo trabajo, que integrará sus resultados con la investigación paleontológica evolutiva iniciada por Gould y Eldredge, encontrarán más pruebas que apoyen su teoría. Habrá que esperar a ver que opinan Dawkins y Dennett.
Peces, reptiles, aves, simios y humanos: todos los vertebrados tenemos un mismo antepasado en común y este parecía una gran boca y aparentemente no tenía ano. Se trata de una criatura microscópica llamada Saccorhytus coronarius, que vivió hace 540 millones de años, que recibió este nombre por la forma de su cuerpo, similar a la de un saco de tela elíptico, una vez identificado a partir de fósiles encontrados en China. La investigación de la Universidad de Cambridge fue publicada esta semana por la revista Nature.
Beatriz de Vera
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