Fuente de radioactividad del desastre de Fukushima encontrada a casi 100 kilómetros de la costa

Fukushima desde el mar. /Wikimedia commons
En 2011 un terremoto de magnitud 9,1 provocó un tsunami que arrasó la costa este de Japón donde se encontraba la central nuclear de Fukushima Dai-ichi. Se estima que las labores de descontaminación que llevan en marcha seis años, durarán cuatro décadas. Ahora, científicos de la Institución Oceanográfica Woods Hole (EE.UU.) y la Universidad de Kanazawa (Japón) han encontrado material radiactivo del desastre de Fukushima en un lugar previamente insospechado. La radioactividad, afirman, se ha acumulado en las arenas y las aguas subterráneas con gran concentración de sal que se encuentran a más de 95 kilómetros de distancia de la central. Las arenas han retenido el cesio radiactivo que se originó en el desastre en 2011 y lo han estado liberando lentamente de nuevo al océano.
Aunque los investigadores aseguran que nadie está expuesto a estas aguas, ni bebe de ellas y, por lo tanto, no son un riesgo para la salud pública, "debe tenerse en cuenta esta vía nueva e imprevista para el almacenamiento y la liberación de radionucleidos al océano en la gestión de las zonas costeras donde se encuentran las centrales nucleares". La investigación ha sido publicada recientemente en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).
El equipo plantea la hipótesis de que los altos niveles del radiactivo cesio-137 liberados en 2011 fueron transportados a lo largo de la costa por las corrientes oceánicas. Según su relato, días y semanas después del accidente, las olas y las mareas llevaron el contaminante hacia la costa, donde el cesio se quedó pegado a las superficies de los granos de arena, que residía en las playas y en la mezcla de agua dulce y agua salada bajo las playas.
Pero cuando este elemento llegó al agua salada, el cesio ya no se unió a la arena; de forma que, con las olas y las mareas, el agua salobre debajo de las playas se volvió lo suficientemente salada para liberar el cesio de la arena, y enviarla de vuelta al océano.
El equipo tomó muestras de ocho playas en 96 km a la redonoda de la averiada planta nuclear de Fukushima Dai-ichi entre 2013 y 2016. Sumergieron tubos de entre 91 centímetros y 2,13 metros de largo en la arena, bombearon el agua subterránea subyacente y analizaron su contenido de cesio-137, que resultó ser hasta 10 veces más alto que el hallado en el agua de mar dentro del puerto de la propia planta nuclear. La cantidad total de cesio retenida en la profundidad en las arenas es mayor que lo que se encuentra en sedimentos en el fondo marino de las playas.
Además, los científicos estiman que la cantidad de agua contaminada que fluye al océano desde esta fuente de agua subterránea es comparable a la que surge de otras fuentes conocidas: liberaciones en curso y escurrimiento de la corriente de agua la planta nuclear y el derrame de los ríos que continúan transportando el cesio de las precipitaciones de 2011 en tierra al océano en partículas fluviales.
El cesio tiene una larga vida media y persiste en el medio ambiente. En sus análisis de las playas, los científicos detectaron no sólo cesio-137, que pudo haber venido de la planta de Dai-ichi o de las armas nucleares probadas en los años cincuenta y sesenta, sino también cesio-134, una forma radiactiva de cesio que sólo puede proceder del accidente de Fukushima 2011.
"Hay 440 reactores nucleares operativos en el mundo, y aproximadamente la mitad están situados a lo largo de la costa", escriben los autores del estudio. Por lo tanto, esta fuente de contaminación de los océanos costeros, desconocida, en curso y persistente, "debe considerarse a la hora de monitorear las centrales nucleares y en escenarios que involucren futuros accidentes", concluyen.
La energía es una de las mayores preocupaciones económicas y medioambientales. Desde hace tiempo, la fusión nuclear es algo en lo que se han puesto importantes esfuerzos científicos. Ahora, el núcleo del reactor de fusión del Reino Unido, Tokamak ST40, de la firma Tokamak Energy, ha generado un plasma o nube super caliente de gas cargada eléctricamente, que se espera que alcance los 100 millones de grados centígrados el próximo año, una temperatura siete veces mayor que el centro del Sol. Ese es el umbral de fusión, en el que los átomos de hidrógeno pueden comenzar a fundirse en helio, liberando energía ilimitada y limpia en el proceso.
Beatriz de Vera
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