Dos 'supererupciones' en la caldera de Yellowstone cambiaron el clima global

Caldera de Yellowston. /Wikipedia
La erupción catastrófica del supervolcán Yellowstone ocurrida hace 630.000 años y que formó la que es actualmente la segunda caldera más grande en la Tierra, no solo afectó a la orografía de este famoso Parque Nacional estadounidense sino que fue determinante para el clima de la Tierra.
Un nuevo registro geológico, llevado a cabo por expertos de la Universidad de California Santa Bárbara (EE.UU.), se ha basado en dos capas de ceniza volcánica encontradas en los sedimentos del fondo marino en la cuenca de Santa Bárbara, cerca de la costa del sur de California. Según los investigadores, estos sedimentos llevan la huella química única de la súpererupción más reciente de Yellowstone. Los hallazgos se presentaron en la reunión anual de la American Geological Society, en Seattle.
Estas capas de ceniza, o tefra, están intercaladas entre los sedimentos que contienen un registro detallado de los océanos y el cambio climático. Tanto la ceniza como los sedimentos revelan que la última erupción no fue un evento único, sino que se sucedieron dos erupciones con 170 años de diferencia que llevaron al planeta de una glaciación importante, enfriando el océano, cada una de ellas, aproximadamente 3ºC.
Que se hayan podido detectar las erupciones separadas y sus efectos climáticos tiene que ver, aseguran, con varias condiciones especiales que se encuentran en la cuenca de Santa Bárbara: es el suministro constante de sedimentos a la cuenca desde tierra, aproximadamente un milímetro por año y el océano altamente productivo en el área, alimentado por nutrientes que surgen del océano profundo. Esto produjo abundantes y pequeños caparazones de foraminíferos (formas de vida primitivas caracterizadas por un esqueleto o concha que fosiliza con facilidad), que se hundieron en el lecho marino donde fueron enterrados y preservados en el sedimento y que contienen isótopos de oxígeno dependientes de la temperatura que revelan las temperatura que revelan las temperaturas de la superficie del mar en que vivieron.
Al comparar el registro de cenizas volcánicas con el foraminífero climático, “resulta bastante claro que ambas erupciones causaron inviernos volcánicos separados, que es cuando las emisiones de ceniza y dióxido de azufre volcánico reducen la cantidad de luz solar que llega a la superficie de la Tierra y provoca enfriamiento temporal. Estos eventos de enfriamiento ocurrieron en un momento especialmente delicado cuando el clima global se estaba calentando a partir de una edad de hielo y fácilmente interrumpido por tales eventos”, explica el autor principal del artículo, el geólogo Jim Kennett. Pero el enfriamiento duró más de lo que debería, de acuerdo con modelos climáticos simples, lo que indica, según los científicos que tuvo que haber otras reacciones involucradas: desde una mayor cobertura de nieve y hielo marino que refleja la luz del sol hasta un cambio en la circulación oceánica que enfriaría el planeta por más tiempo.
El cambio climático y la agitación social a menudo van de la mano, llevando a cambios dramáticos en la política y la economía que pueden hacer levantarse y caer a civilizaciones enteras. Un equipo de historiadores de la Universidad de Yale (EE.UU.) ha vinculado evidencias de eventos volcánicos en la Historia con patrones estacionales del flujo del río Nilo, argumentando que los cambios sufridos en esta arteria de Egipto podría haber precipitado eventos que condujeron al declive de la cultura.
El equipo, que ha publicado la investigación hace unos días en Nature Communications, se basó en investigaciones previas que detallaron el calendario de erupciones volcánicas significativas en los últimos 2.500 años. Y no son solo las consecuencias directas de la lava, sino que la ceniza y las partículas de azufre pueden formar aerosoles que se dispersan a través de la estratosfera, reflejando la luz del sol en formas que pueden afectar la temperatura y la lluvia incluso lejos del sitio de la erupción.
Beatriz de Vera
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