Los cambios en la temperatura afectan a los animales. /Pxhere
Uno de los icebergs más grandes de los que se ha tenido registro se separó en julio de la Antártida (Polo Sur). El monumental bloque de hielo, perteneciente a la plataforma Larsen C de la Península Antártica, que perdió el 10% de su área de hielo, tenía una superficie de aproximadamente 6.000 kilómetros cuadrados y 350 metros de grosor. Para entender la magnitud de la tragedia, imagina un bloque de agua sólida 10 veces mayor que la ciudad de Madrid (España), o cuatro veces la de Londres (Reino Unido). En las antípodas, en el Ártico (Polo Norte), que a diferencia de la Antártida no es un continente sino un punto helado en el océano, durante los veranos de los últimos 30 años, la extensión mínima del hielo marino llegó al nivel más bajo y se ha registrado un ritmo sin precedentes de la deriva de los hielos. Además, por segundo año consecutivo, 2016 registró temperaturas extraordinariamente altas en comparación al promedio de esta zona.
La catástrofe es evidente. Los polos se derriten y ya no titubeamos al culpar al cambio climático. La impactante imagen del enorme iceberg flotando a la deriva nos parece un claro indicador del daño que le estamos haciendo al planeta, pero esto es más que una metáfora del desastre. Por si acaso aún no nos quede claro cómo es que las consecuencias de unos bloques de hielo fragmentándose o fundiéndose lejos de toda población humana puedan afectarnos directamente, estas son algunas de las razones por las que el derretimiento de los polos es tu problema. Y el de todos los seres vivos de la Tierra.
Plataforma Larsen C en febrero. /British Antarctic Survey
Inundación de las costas
La consecuencia más obvia de intuir es el aumento del nivel del mar. El manto de hielo marino de la Antártida Occidental es suficiente para aumentar el nivel promedio de los océanos en 3,3 metros, lo que causaría importantes problemas en zonas de América Latina y otras costas bajas. Un trabajo publicado en 2015 en Earth and Planetary Science Letters, concluía que, por su parte, las cuencas marinas de la Antártida Oriental podrían contribuir, aunque de forma más lenta, con 14 metros en el aumento del nivel del mar. Y estamos hablando de solo uno de los dos polos terrestres. Y según un estudio publicado en septiembre Scientific Reports, la costa este de los Estados Unidos se está sumergiendo hasta 3 milímetros por año. Ciudades como Miami, en esa orilla, están siendo afectadas cada vez con mayor frecuencia por las inundaciones.
Años antes, una investigación publicada por la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y el Consejo Internacional para la Ciencia (ICSU) en el marco del Año Polar Internacional (API) 2007-2008 aportaba pruebas sobre la generalización de los efectos del calentamiento global en las regiones polares. Según sus autores, la nieve y el hielo que disminuyen en el norte y en el sur, afecta tanto a la vida humana como a la vida animal y vegetal local del Ártico, y a la circulación oceánica y atmosférica mundial, además del aumento del nivel del mar.
Mayor efecto invernadero
Durante esos dos años se realizaron más de 160 proyectos científicos con investigadores de más de 60 países. Los trabajos aportan otras pruebas de que la atmósfera de la tierra también sufre las consecuencias del calentamiento. Según el informe, hay grandes reservas de carbono almacenado como el metano (un gas de efecto invernadero más potente que el CO2) en el permafrost, la capa de suelo permanentemente congelado de las regiones muy frías. Su deshielo amenaza con desestabilizar el metano y enviarlo a la atmósfera.
Potencial aumento de la actividad volcánica
Por si fuera poco, otra posible fuente de calor ha sido descubierta bajo su amenazada capa de hielo. Científicos de la Universidad de Edimburgo (Escocia, Reino Unido) descubrieron que la zona oeste de este continente polar es la mayor región de volcanes en la Tierra, con 91 puntos calientes, que se encuentran a dos kilómetros bajo su superficie y cuya actividad podría tener consecuencias para el resto del planeta.
Monte Erebus. /Wikimedia Commons
Con una altura de entre 100 y 3.850 metros, los volcanes están sepultados bajo capas de más de 4 kilómetros de espesor. Y, hasta ahora, esta capa de kilómetros de hielo hacía poco probable que pudieran representar una amenaza inmediata. Pero si alguno de estos volcanes erupcionara, podría calentar y derretir la capa de hielo que ya se encuentra debilitada por el cambio climático, aumentando potencialmente el nivel del mar, como parte de un círculo vicioso: los investigadores especulan que la actividad de los volcanes podría estar vinculada a su nivel de cubierta de hielo, o mejor dicho, a la falta de ella. Sin capas de hielo encima de ellos, hay una liberación de presión sobre los volcanes de las regiones y se vuelven más activos.
El paisaje se vuelve verde. Y eso no es bueno
El 99% de la Antártida está cubierta por hielo permanente y solo se tiene constancia de la existencia de dos especies de plantas con flores en uno de los extremos de este gran continente, en la llamada Península Antártica. Investigadores de la Universidad de Exeter, la Universidad de Cambridge y el British Antarctic Survey (Reino Unido) estudiaron esta zona relativamente próxima a Sudamérica (a unos 1.100 kilómetros de distancia de Tierra del Fuego) para analizar el impacto del cambio climático en la vida vegetal antártica y observaron que un manto verde de se está extendiendo, a causa del camio climático.
El manto verde se está extendiendo en la Antártida./ University of Exeter
De los 14 millones de km2 que mide este continente, apenas el 0.3% está cubierto por plantas, sobre todo de unas pocas especies de musgo. No obstante, los resultados del reciente estudio indican que la actividad biológica se ha acelerado en respuesta al aumento de la temperatura y que, de seguir por el mismo camino, amplias zonas de la Península Antártica pueden vestirse de verde en las próximas décadas, y en este caso, el verde no es el color de la esperanza: "La sensibilidad del crecimiento del musgo al aumento de la temperatura en el pasado sugiere que la alteración de los ecosistemas se producirá rápidamente con el calentamiento global, lo que llevará a trastornos en la biología y en el paisaje de esta región emblemática", concluía Dan Charman, investigador y director del proyecto.
Alteración de los hábitats animales
Los cambios en la vegetación afectan a los animales de pastoreo y caza. De hecho, con el aumento de las temperaturas que se espera a lo largo de este siglo, las áreas de la Península Antártica Occidental pueden llegar a ser demasiado calientes para muchas especies nativas. Los animales del fondo oceánico de la plataforma del Océano Austral han sido aislados durante mucho tiempo por el océano profundo que rodea a la Antártida y la Corriente Circumpolar Antártica, dejándoles escaso margen para la migración hacia el sur. Un estudio publicado en septiembre Nature Climate Change, pronostica un calentamiento promedio de los fondos marinos de la Antártida de 0,4ºC para 2099, con algunas áreas aunmentando incluso 2ºC. Aunque un pequeño porcentaje de la biodiversidad de la zona se beneficiará, este cambio conducirá a que el 79 % de las especies nativas de invertebrados se pierdan, con las importantes implicaciones para la gestión de los recursos en la región.
Según los estudios del API, algunas especies migran hacia los polos en respuesta al calentamiento, mientras otras muestran inesperadas tendencias evolutivas.Osos polares, focas, morsas o aves marinas dependen de la productividad biológica del mar y de las banquisas, las capas de hielo flotante de las regiones oceánicas polares. Los cambios en las temperaturas de la superficie y de las corrientes podrían afectar a las poblaciones de peces marinos árticos, una fuente de alimentación de gran importancia para el mundo y vitales para la economía de la región.
Oso polar. /Pinterest
Sin embargo, Un estudio de la Universidad Sureña de Dinamarca publicado enmarzo en la revista Polar Biology indica que el deshielo en los polos, y el consiguiente aumento de las aguas en los océanos daría pie a más vida marina. Tras el pobre invierno en el Ártico, la primavera llega y funde nieve y hielo, formando estanques de fusión cada año más grandes en la superficie del hielo marino. Los estanques de fusión dan más luz y calor al hielo y agua subyacente, y con ello, hacen que florezca más fácilmente la vida. Las esteras de algas y bacterias pueden evolucionar en los estanques de fusión, que pueden proporcionar alimento a las criaturas marinas de acuerdo con el estudio, formando pequeños ecosistemas.
El dinero se pone en riesgo
Y podría parecer que no hay relación, pero el deshielo de los polos también afecta a la actividad bancaria. Aunque hace una década el medio ambiete no afectaba a la economía de esta manera, en su informe sobre riesgos globales, el World Economic Forum (WEF) sitúa en 2017 tres cuestiones medioambientales entre los cinco potenciales riesgos con mayor impacto para la economía y otras dos entre los cinco con mayor probabilidad de ocurrir. Por su parte, la agencia de calificación crediticia S&P ha advertido de que el cambio climático puede convertirse en un factor de riesgo material especialmente para aquellas entidades financieras que todavía no han comenzado a prepararse para este escenario.
Las inversiones podrían castigar a aquellas entidades que inviertan o estén presentes en empresas que actúan en sectores contaminantes; la actividad de los bancos puede verse lastrada por los cambios meteorológicos, sobre todo la de los que operan en zonas afectadas directamente; y además, los riesgos relacionados con el cambio climático también son reputacionales, por lo que las políticas medioambientales sostenibles son cada vez más valoradas por analistas e inversores institucionales.
En el año 2016, 195 países se pusieron de acuerdo para firmar el Acuerdo de París, un importante pacto para tratar de evitar un escenario apocalíptico de sequías, hambre y catástrofes naturales. Si bien es necesario un consenso mundial, son muchas las voces que argumentan que este acuerdo se queda corto y no responde de manera contundente a las necesidades del planeta: los expertos temen que el Acuerdo de París no baste y que la temperatura media de la Tierra aumente más de dos grados centígrados este siglo, unos niveles de cambio que se consideran superiores al margen mínimo de seguridad necesario para evitar las más tremendas consecuencias del calentamiento global.
En agosto de este año, un estudio publicado en Nature Climate Change, dibujaba un panorama más terrorífico: según los autores, investigadores de la Universidad de Washington (EE.UU.), existe un 90% de probabilidades de que a finales del siglo XXI, la temperatura media del planeta haya aumentado entre 2 y 4,9º C. Sus previsiones más concretas hablan de 3,2 grados, mucho más del límite establecido en el pacto firmado en la capital francesa. Según sus resultados, la probabilidad de conseguir evitar un aumento de temperatura de 1,5º C es minúscula: solo del 1%. No es mucho mayor la de no alcanzar los 2º C, apenas del 5%. Lo que los científicos prevén es que el aumento de temperatura que han estimado (de 3,2 ºC) ocurra con un 90% de probabilidad. Porque, incluso aunque todas las emisiones de gases de efecto invernadero se detuvieran inmediatamente (una posibilidad con la que nadie cuenta), en 2100 las temperaturas serían 1,3º C superiores, según estos pronósticos.
Y ante este escenario apcalíptico nos preguntamos ¿podemos hacer algo para salvar el planeta? Según un equipo de investigadores de la Universidad de Lund (Suecia), definitivamente, sí. Analizando la efectividad de los métodos disponibles para reducir la emisiones de gases de efecto invernadero a nivel personal, los científicos revelaron que la mayoría de las recomendaciones más populares, incluidas aquellas que están publicadas en los textos escolares, son relativamente poco eficientes., pero ofrecieron nuevas pistas: los métodos más efectivos para combatir los gases de efecto invernadero, aseguran, son la renuncia al automóvil, a los vuelos en avión, a comer carne y, por sobre todo, a tener menos hijos por familia.
Beatriz de Vera
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