Por qué no deberías evacuar tu hogar ante un desastre nuclear

Personal calificado y debidamente uniformado explora instalaciones de un accidente radioactivo (Joint Base Langley-Eustis).

El colapso de la planta nuclear de Fukushima, Japón, seis años después del incidente, continúa cobrando una alta factura. La limpieza de los desechos tóxicos avanza, pero a un ritmo pesado, mientras que el tritio, un isótopo natural (una forma radioactiva) del hidrógeno, continúa contaminando las aguas. Asimismo, cuatro años y medio después del accidente, alrededor de 85.000 de los 111.000 residentes que fueron evacuados de la zona por el gobierno japonés aún no habían regresado, por lo que en marzo último el gobierno japonés dispuso recortar el subsidio habitacional de 27.000 evacuados si no regresaban a vivir a la zona de exclusión, a viviendas que los japoneses consideraban inseguras pese a que el gobierno señalaba lo contrario.

A la luz de ello, una investigación de la Universidad de Bristol, de Manchester y Warwick, la Open University City y la Universidad de Londres sugiere más bien que deben ser pocas, o acaso ninguna, las personas que deban ser evacuadas de sus hogares en caso de accidentes nucleares. Los resultados se publican en una edición especial de la revista Process Safety and Environmental Protection, de la Institution of Chemical Engineers.

Philip Thomas, profesor de Gestión de Riesgos en Bristol, líder del equipo, el juicio o valor J para sopesar el costo de una medida de seguridad como la evacuación con el aumento en la esperanza de vida que se logra con ella. El valor J se calcula a partir de un índice de calidad de vida en función de la esperanza de vida, el ingreso promedio y el equilibrio trabajo-vida. El método se utiliza para evaluar el grado de consenso sobre el gasto en salud y seguridad entre los reguladores de los diferentes sectores de la economía, por ejemplo.

Empleando el mismo criterio, el accidente nuclear de Chernóbil, ocurrido en 1986 y hasta ahora no superado en gravedad, la reubicación debió ser ejecutada por el entonces gobierno soviético cuando el residente se exponía al riesgo de perder a partir de nueve meses de esperanza de vida debido a exposición a la radiación.

Utilizando el método del valor J, 31.000 personas tendrían que haber sido trasladadas, y el número aumentaría a 72.000 si toda la comunidad fuera evacuada cuando se calculó que el 5% de sus residentes perdió nueve meses de vida o más por la radiación.

No obstante, fueron en realidad 116.000 personas reubicadas en los meses posteriores al accidente, con una segunda reubicación en 1990. Sin embargo, los investigadores encontraron que las 900 personas con el mayor riesgo de radiación entre las 220.000 evacuadas en la segunda tanda habrían perdido solo tres meses de esperanza de vida de haberse quedado en sus hogares, por lo que, concluye el trabajo, nadie debería haber tenido que irse. Sobre la base del valor J, solo del 10 al 20% de los 335.000 reubicados debieron abandonar sus hogares.

"La reubicación masiva es costosa y perjudicial, pero corre el peligro de convertirse en la principal opción política después de un gran accidente nuclear, pese a que no debería serlo. La remediación debería ser la consigna para el que toma las decisiones, no la reubicación", explica Thomas.

Los resultados del método de valor J, que se validó con los datos pannacionales durante el estudio, fueron respaldados por dos estudios independientes que formaban parte del proyecto de investigación. Utilizando la teoría del control óptimo, los matemáticos de la Universidad de Manchester llevaron a cabo un análisis informático de cientos de posibles grandes accidentes de reactores nucleares en todo el mundo. Consideraron que la reubicación no es una política sensata en ninguno de los escenarios de casos esperados que examinaron y rara vez se trata de la mejor medida.

El fantasma del desastre nuclear de Chernóbil aún se cierne sobre la actual Rusia. Hace unas horas, el servicio meteorológico ruso confirmó niveles “extremadamente altos” del isótopo radioactivo rutenio-106 en varias áreas del país detectados hacia fines de setiembre, confirmando reportes europeos sobre esta contaminación en forma de una nube tóxica.

Hans Huerto

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