Mujeres prehistóricas tenían brazos más fuertes que las remadoras de élite

University of Cambridge
Un estudio que compara los huesos de mujeres de Europa Central que vivieron durante los primeros 6.000 años de agricultura con aquellos pertenecientes a atletas modernas muestran que el promedio de las mujeres agricultoras tenía los brazos más fuertes que las actuales campeonas de remo. El trabajo fue publicado en la revista Science Advances.
A esta conclusión llegaron investigadores de la Facultad de Arqueología de la Universidad de Cambridge, quienes indicaron que esta ventaja física parecía ser un resultado del arado de la tierra y la cosecha de hortalizas con la mano, al igual que la trituración de granos por más de 5 horas al día para hacer harina.
Hasta el momento, investigaciones bioarqueológicas del comportamiento pasado interpretaron los huesos de mujeres solo a través de comparaciones directas con los huesos masculinos. Estos, respondían mejor ante la tensión que sus pares femeninos. Para los científicos de Cambridge, esto resultó en una subestimación sistemática de la naturaleza y escala de las características físicas de la población femenina en la prehistoria. Este es el primer estudio que compara los huesos femeninos con los de las mujeres actuales. Al interpretar los huesos de las mujeres en distintos contextos en específico, podemos ver qué tan intensivo, variable y trabajoso fue su comportamiento, echando luces sobre una historia oculta del trabajo femenino durante miles de años.
Comparar huesos para entender las labores
El estudio, del ADaPt (Adaptation, Dispersals y Phenotype) Project y fundado por el Consejo Europeo de Investigación, usó tomografías computarizadas en el laboratorio PAVE, de la citada universidad británica, para analizar el húmero (hueso del brazo) y la tibia (hueso de la pierna) de mujeres actuales involucradas en actividades físicas: corredoras, remadoras, futbolistas y aquellas más sedentarias.
La fuerza de estos huesos fue comparada con la de mujeres del Neolítico temprano, una era agrícola a lo largo de muchas comunidades, hasta las comunidades agrícolas de las edades medias.
El hueso es un tejido vivo que responde a las exigencias que colocamos en nuestros cuerpos. El impacto físico y un músculo ponen ambos fuerza en el hueso. El hueso, a su vez, reacciona cambiando en fuerza, curvatura, grosor y densidad con el tiempo para acomodarse a las exigencias repetidas, explicaron los autores. Comparando las características de los huesos actuales cuyo esfuerzo regular es conocido, se puede interpretar el tipo de trabajo que nuestros ancestros hacían en la prehistoria.
Arado, cosecha, trituración y más
Las mujeres del neolítico (de hace 7.400 a 7.000 años) analizadas mostraron una fuerza similar en los huesos de las piernas a las remadoras modernas, aunque los huesos de los brazos eran 11-16% más fuertes con relación a su tamaño que los de las remadoras, y casi 30% más fuertes que los típicos estudiantes de Cambridge. La superioridad se mantuvo también en la Era de Bronce (de 4.300 a 3.500 años atrás), quienes tuvieron entre 9 y 13% más de fuerza que las remadoras aunque 12% menos de fuerza en las piernas.
Aunque no se pueda decir con total precisión a qué se debía la mayor exigencia en las mujeres antiguas, una actividad crítica en la agricultura temprana fue convertir el grano en harina, algo que era realizado principalmente por las mujeres. Esto habría ocurrido por un mileno al menos. Hoy, las mujeres que se dedican a la trituración lo hacen hasta por 5 horas al día. A esto, hay que añadirle que las mujeres se dedicaban también a labores agrícolas. “Previo al invento del arado, la subsistencia requería de actividades con el plantado manual, la trituración y la cosecha de hortalizas. Las mujeres también transportaban agua y comida, procesaban la leche y la carne y convertían pieles y cuero en ropa.
Es posible que la variedad de labores hechas por las mujeres dificulten la identificación de una específica tarea que llevaban a cabo entonces. El riguroso trabajo manual de las mujeres por miles de años, dicen los autores, fue un motor crucial de las primeras economías agrícolas. El trabajo, además, demuestra que podemos aprender del pasado humano a través de un mejor entendimiento de la variación humana actual.
El papel de la mujer en tiempos antiguos no solo se reducía al trabajo, sino también a la evolución. La movilidad de las mujeres en los asentamientos humanos al final de la Edad de Piedra y en la Edad del Bronce temprana desempeñó un papel crítico en este aspecto. De acuerdo con una investigación del Instituto de Arqueología Pre-Protohistórica y Arqueología de las Provincias Romanas de Ludwig-Maximilians-Universität München, publicada en PNAS, gracias a ello familias se establecieron en el valle del río Lech, al sur de Augsburgo, Alemania. Entre aquellas, de acuerdo con los estudios publicados, la mayoría de mujeres provenían de fuera de la zona, probablemente de Bohemia o Alemania Central, mientras que los hombres generalmente permanecían en la región de su nacimiento.
Daniel Meza
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