La neuroquímica de nuestros ancestros podría explicar la monogamia

Craneo parcialmente reconstruido de un Ardipithecus ramidus
Tiia Monto / Wikimedia Commons

Antropólogos y neurocientíficos estadounidenses, dirigidos por Owen Lovejoy de la Universidad de Kent, realizaron una investigación donde ofrecen una explicación para la monogamia social en el Homo sapiens y su posterior éxito reproductivo. Los dos artículos fueron publicados en Proceedings of the National Academy of Sciences.

En el primero de los artículos, los científicos presentaron la hipótesis de que la monogamia social en los ancestros del Homo sapiens surgió debido a cambios neuroquímicos en el cuerpo estriado del cerebro, que, entre otras cosas, produce dopamina y serotonina. En la otra publicación, los investigadores explicaron el éxito reproductivo de las personas con la alta tasa de supervivencia de las hembras jóvenes, que, fue posible después de la aparición de la monogamia.

Los antecedentes 

A principios de la década de 1990, los investigadores descubrieron en Etiopía un antiguo antepasado de los humanos, el Ardipithecus ramidus. Los Ardipithecus vivieron hace unos 4.4 millones años y eran pequeños, de unos 120 centímetros, su volumen cerebral era de 300-350 centímetros cúbicos (alrededor del 20% del volumen de gente moderna del cerebro), y eran omnívoros.

Básicamente, se alimentaban en los bosques, pero periódicamente buscaban comida en las sabanas. Sin embargo, a diferencia de los modernos chimpancés y gorilas que tienen colmillos para pelear por territorio y hembras, los colmillos de los machos y las hembras de los Ardipithecus no variaban mucho en su tamaño, y, en general, los machos no eran demasiado grandes en comparación a las hembras. A juzgar por la estructura del esqueleto, los primates antiguos se movían en dos patas, pero al mismo tiempo trepaban bien a los árboles.

Luego, en 2009, en base a los resultados de años de estudio de los restos de los Ardipithecus, el antropólogo estadounidense Owen Lovejoy publicó un nuevo artículo en un número especial de la revista Science.

Lovejoy, a principios de los 80 había sugerido que uno de los principales factores que condujeron a la aparición del hombre fue la monogamia social, más que la aparición de herramientas de piedra o un aumento del volumen cerebral.

La monogamia hizo que cada necesitemos menos los colmillos 

En el artículo de 2009, Lovejoy ofrece la confirmación de su hipótesis. En los machos de los simios antropoides modernos, los colmillos son mucho más grandes que en las hembras. Los machos los usan como armas cuando intentan afirmar su posición dominante. En los Ardipithecus, eran casi del mismo tamaño por lo cual el antropólogo concluyó que, al parecer, podían llevarse bien con otros machos.

Además, los primates antiguos se desarrollaron en posición vertical, tal vez porque comenzaron a buscar comida en el suelo y periódicamente salían a la sabana. Pero caminar erguido no es el modo de transporte más rápido y con la mayor eficiencia energética. Además, podría provocar lesiones. Por lo tanto, los ardipithecos, especialmente las hembras con cachorros, podrían convertirse en una presa fácil para los depredadores.

Cabe señalar que los simios antropoides modernos, los humanos y, al parecer, sus antepasados ​​se adhirieron a la estrategia K de la reproducción, en la cual las especies se reproducen comparativamente en raras ocasiones y cuidan de sus pequeñas crías invirtiendo una gran cantidad de recursos. La estrategia r, por el contrario, consiste en la cantidad: tales especies se multiplican a menudo y en abundancia, pero se preocupan poco por sus cachorros.

En condiciones en que los machos luchan por el territorio y las hembras, y las hembras se ven obligadas a cuidar al cachorro durante un largo tiempo, procurando alimento para ambos y arriesgándose a convertirse en una víctima, las posibilidades de supervivencia de la especie son muy pocas.

Sin embargo, los descendientes directos del Ardipithecus, el Australopithecus, no solo sobrevivieron, sino que también se asentaron en un territorio más grande de África. Lovejoy explica esta paradoja por la emergencia de la monogamia social: el macho se apareó solo con una de las hembras y, a cambio, le proporcionó comida. Entonces las mujeres tuvieron la oportunidad de conseguir comida para ellas y para el bebé, y no quedar atrapadas en los dientes de un depredador. Además, ella tenía más tiempo para cuidar al bebé.

Según Lovejoy, el andar erguidos se desarrolló en parte debido al hecho de que los machos tenían que llevar comida a la hembra. Y ellas, obviamente, eligieron a los machos que trajeron más comida. A cambio, el macho recibía sexo y podía transferir sus genes a la descendencia. Por lo tanto, no tenía que demostrar su posición dominante y estar en enemistad con el resto de machos. En consecuencia, la necesidad de caninos grandes también desapareció. Probablemente, las "hembras" que eligieron a los que cuidaban mejor de las crías en vez de a los luchadores, también "ayudaron".

Sin embargo, surgió un problema: cuando las hembras de simios modernos entran en ovulación, lo suelen hacer público para que todos los machos interesados se acerquen a aparearse. En particular, en las hembras chimpancés, la piel alrededor de los genitales se hincha y enrojece. Para las parejas monógamas de ardipithecos, tal "publicidad" no era necesaria. Por lo tanto, de acuerdo con la hipótesis de Lovejoy, las hembras aprendieron a ocultar el momento de inicio de la ovulación, para no atraer la atención indeseable de otros machos.

Debe notarse que no todos los antropólogos reconocen la teoría de Lovejoy. Una de ellas es la antropóloga rusa Marina Butovskaya, quien sugiere que los machos de los antiguos homínidos se aparearon con varias hembras, y las hembras, con varios machos; pero se abstuvieron de tener relaciones sexuales con parientes cercanos.

El cambio en el cerebro 

En este último estudio, los científicos dirigidos por Lovejoy sugieren una explicación neuroquímica para el surgimiento de la monogamia social. Los investigadores creen que un papel clave en este proceso ocurrió gracias a los cambios en el cuerpo estriado. Este departamento del cerebro, en particular, se asocia con un "centro de recompensa", planificación, toma de decisiones y comportamiento "autónomo", y, por otro lado, con la capacidad de adaptarse al comportamiento de los demás. El comportamiento, a su vez, depende de la concentración en el estriado de neurotransmisores: dopamina, serotonina, acetilcolina y neuropéptido Y.

Los investigadores sugieren que una alta concentración de acetilcolina en el cuerpo estriado aumenta la agresividad y provoca un comportamiento dominante. Por su parte, el aumento de la cantidad de serotonina afecta la disuasión del comportamiento impulsivo y el control cognitivo de las emociones, habilidades clave para la cooperación y la construcción de alianzas.

Al mismo tiempo, una disminución en la concentración de serotonina en el cuerpo estriado intensifica la impulsividad, incluido un brote de agresividad, la cual es inaceptable en las relaciones sociales. Además, de acuerdo a los científicos, el aumento de la concentración de dopamina en el cuerpo estriado, produce una mejor conformidad (cambio de comportamiento bajo la influencia de otras personas) y satisfacción en la comunicación con los demás. Además, un aumento en la concentración de dopamina se acompaña de una disminución en la concentración de acetilcolina, esto contribuye al comportamiento social y una mayor sensibilidad a las señales sociales.

Además, aún no está claro el papel del neuropéptido Y en el cuerpo estriado en el comportamiento, pero un aumento en la concentración de esta sustancia en el líquido cefalorraquídeo de pacientes esquizofrénicos mejoró sus habilidades sociales.

Los investigadores analizaron los niveles de neurotransmisores en el cuerpo estriado en monos (capuchinos, macacos de cola de cerdo y babuinos anubis), en monos antropoides (chimpancés y gorilas) y en humanos. En los humanos, en comparación con el resto de los primates, se encontró un nivel más alto de dopamina, serotonina y neuropéptido Y, y al mismo tiempo, un nivel reducido de acetilcolina.

Según los autores del estudio, esta combinación ayuda a aumentar la empatía, la capacidad de reconocer las señales sociales, el altruismo y la conformidad. Al mismo tiempo, una disminución en el nivel de acetilcolina, al parecer, redujo la agresividad de nuestros antepasados.

Así mismo, los investigadores observaronn que en los chimpancés, los gorilas y los humanos, los niveles de serotonina y neuropéptido Y eran más altos que en los monos. Estos neurotransmisores pueden haber proporcionado una reducción en el comportamiento impulsivo y mejorado las habilidades sociales de los monos antropoides y los humanos. Al mismo tiempo, el nivel de acetilcolina en los simios antropoides era más alto que en los humanos. La combinación de mayores concentraciones de dopamina y una menor concentración de acetilcolina en el cuerpo estriado se da solo en los humanos. Según ellos, es posible que haya causado el surgimiento de un comportamiento social, específico para las personas.

El papel del cuerpo estriado es importante en el origen del hombre, según la versión de Lovejoy. Cuando los primates pasaron de la estrategia r a la estrategia K de reproducción, tenían un nivel de serotonina (5HT) en el cuerpo estriado que reducía la agresividad, y el neuropéptido Y (NPY), que mejoraba las habilidades sociales. En el cuerpo estriado, los chimpancés y gorilas modernos tienen un alto nivel de acetilcolina (ACh) y un bajo nivel de dopamina (DA). Y en las personas modernas, por el contrario, bajo nivel de acetilcolina (AHh) y un alto nivel de dopamina (DA), lo que los hace más sociales y menos agresivos que los simios antropoides.
Mary Ann Raghanti et al. / PNAS, 2018

Los autores del artículo creen que reducir el nivel de acetilcolina en el cuerpo estriado, reducir la agresividad y aumentar el nivel de dopamina, lo que aumenta la satisfacción con la comunicación con los demás, se ha convertido en la clave del surgimiento de la monogamia social en los antiguos humanos.

 

Ekaterina Rusakova

Traducido por Victor Román
Esta noticia ha sido publicada originalmente en N+1, ciencia que suma

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