Construcción compulsiva de presas dañará severamente ecosistemas de Perú y Bolivia

Alexander Fedorov y Elena Srapyan

La búsqueda de nuevas fuentes de energía para impulsar el crecimiento económico de los países podría jugarle una mala pasada a la vida natural de la Amazonía. Un posible surgimiento compulsivo y regulado inapropiadamente dañaría severamente la migración de peces de agua dulce y el flujo natural de sedimientos, de acuerdo a un estudio publicado en Science Advances.

La mayoría de presas se encuentra en Brasil, donde la comunidad científica ya ha manifestado su preocupación por el desplazamiento de comunidades locales y la emisión de gases de efecto invernadero como el dióxido de carbono y metano de los grandes reservorios. El problema de las presas y su impacto ambiental en la Amazonía ya se había documentado antes en un artículo publicado en Nature a mediados del año pasado. 

En cuanto a los animales, ya se han notado las consecuencias. Una especie es la de los dorados (Brachyplatystoma rousseauxii). Estos peces de gran musculatura y que llegan a pesar los 30 kg que nadan más de 3.000 kilómetros desde la desembocadura del río Amazonas para desovar durante el otoño austral en el río boliviano Mamoré, en las faldas de los Andes. Pero el dorado, que llega a alcanzar los 2 metros de longitud, está desapareciendo de aquellas aguas, y los científicos culpan a dos presas hidroeléctricas que Brasil instaló en el río Madeira. Michael Goulding, ecologista de la Wildlife Conservation Society, que estudió a la especie por más de cuatro décadas, asegura que el referido pez está en camino a la extinción en Perú y Bolivia.

La parte más occidental de la cuenca del Amazonas, donde las montañas se encuentran con la llamada selva baja, sería la región más afectada por el aumento de presas, las que ocasionarían un incremento de la fragmentación del hábitat. Interferir con el desove de los dorados es solo un caso. De otro lado, está el retraso o frenado del flujo de sedimentos y nutrientes que alimentan la cuenca del Amazonas, según Elizabeth Anderson, ecóloga conservacionista de la Universidad Internacional de Florida, EEUU, quien lideró el estudio.

 El equipo hizo una base de datos con 142 presas hidroeléctricas operativas o en construcción en la cuenca amazónica occidental, y otras 160 en proyecto. Si solo una fracción de los proyectos planeados se completa, el trastorno del hábitat podría traer una cascada de efectos con consecuencias devastadoras, indicaron los científicos.

Presas ecológicas no resultan

La desaparición de dorados del río Mamoré sugiere que la fragmentación es inevitable, pese a que las presas tienen, en teoría, características para reducir el impacto ecológico. Las presas de Madeira, por ejemplo, están diseñadas para permitir pasar a los peces. La presa más baja tiene un canal que permite pasar a los peces.  La más alta, tiene un confinamiento en el que los peces son capturados, y luego transportados hacia arriba para ser posteriormente liberados. Por alguna razón, quizás en la variación de los químicos en el agua o la de las corrientes mismas, los dorados no usan el canal, de acuerdo a expertos de la Universidad Federal de Rondônia en Porto Velho, Brasil. También delfines de agua dulce y nutrias, quienes habitan y hasta podrían usar el Amazonas para migrar, serían afectados por la fragmentación, aunque aún se desconoce cómo.


Porcentaje de redes fluviales sin fragmentar.
E. ANDERSON ET AL., SCIENCE ADVANCES, EAAO1642 (2018) 

En la temporada de lluvias, de noviembre a mayo, los niveles de agua se elevan en la cuenca amazónica, inundando grandes áreas de bosques. Esto permiten que muchos peces naden hacia dentro del bosque para alimentarse de frutas y posteriormente dispersar las semillas. Las presas, al bloquear las rutas de migración o cambiar los niveles del agua, se modifican los patrones de dispersión de semillas, de acuerdo a Sandra Bibiana Correa, ecologista de la Universidad Estatal de Missisippi, EEUU. La interacción pez-bosque es muy delicada; muy fácilmente podríamos perturbar una dinámica que ha tenido lugar por decenas de millones de años.

Otras especies, como la manitoa o piramutaba (otra especie de bagre gigante) que antes rara vez se aventuraban por los ríos que depredaron las presas del río Madeira, aprovechan el desorden. A diferencia del dorado esta especie (Brachyplatystoma vaillantii) puede pasar ambos bypasses de la presa, y desde allí nadar unos 1.000 kilómetros hacia las aguas del Madre de Dios. No se sabe si esta especie llenará el espacio dejado por el dorado o cazar otros peces. Por ende, el ensamblaje ecológico es aun incierto, de acuerdo a Carlos Cañas, ecologista de la Wildlife Conservation Society en Lima que estudia la migración de las especies mencionadas.

Entre otras amenazas que intensifican el deterioro ecológico, están el cambio climático y la deforestación que acompaña la construcción de trochas durante la construcción de la presa. El perjuicio también recae sobre comunidades locales que se dedican a la pesca. El dragado de ríos, propuesto en Perú para mejorar la navegabilidad de los ríos, cambiaría cursos de ríos, perturbaría el desove y la conexión río-bosque.

De acuerdo a Thomas Lovejoy, ecólogo de la Universidad George Mason en Fairfax, EEUU, es necesario “pensar en la Amazonía como un sistema”. Aún quedan muchos ríos en la cuenca amazónica, y no es muy tarde para preservar los ecosistemas de la región occidental “si se piensa en escala regional”, refirió.

En esta galería de fotos preparada por N+1, puedes apreciar algunos de los más bellos paisajes de la Amazonía.

 

Daniel Meza
Esta noticia ha sido publicada originalmente en N+1, ciencia que suma

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