La evolución del icónico ornitorrinco, revelada en un exhaustivo análisis genético

Ornitorrinco. /CSIRO Australia
El ortinorrinco, ese Frankenstein de la naturaleza que es mamífero pero pone huevos, produce veneno y tiene pico de pato y cuerpo de nutria, y ocupa junto al equidna un lugar único en el árbol filogenético de los mamíferos, no solo es un pastiche inverosímil a los ojos inexpertos, para los científicos su historia evolutiva también ha sido un misterio. Un reciente trabajo llevado a cabo por investigadores del Centro Wellcome para Genética Humana y la Universidad de Oxford (Reino Unido), así como de la Universidad y la Escuela de Ciencias Veterinarias de Sydney (Australia), han podido establecer la historia familiar y parentesco al mayor nivel de detalle conseguido hasta ahora.
El genoma del ornitorrinco se secuenció por primera vez en 2008, revelando su composición genética única y su divergencia del resto de los mamíferos hace unos 160 millones de años. Pero el nuevo estudio, publicado en Molecular Biology and Evolution, ha secuenciado en genoma a escala completa de 57 ornitorrincos en el este de Australia y Tasmania. “Nuestros análisis proporcionan información sobre la estructura de la población y los niveles de diversidad en esta especie que antes no eran posibles y estiman la relación entre individuos", afirma el autor principal Peter Donnelly.
El origen del ornitorrinco se encuentra, según los científicos, en medio del camino de los mamíferos, más bajo que los humanos y los chimpancés, pero más alto que los ratones. Más de la mitad de las muestras tenían al menos un familiar de tercer grado entre los demás individuos del mismo río. Además, había 26 pares de parientes de segundo o tercer grado, en todos los casos de el mismo río o riachuelo, o vías fluviales estrechamente conectadas, en 28 de las 57 muestras.
El estudio también estima que toda la población de ornitorrinco comparte un ancestro común de hace casi un millón de años. La rama más profunda del árbol de población separaba tres grupos distintos: el de Tasmania (una isla al sur de Australia que se separó del continente hace unos 12.000 años); del norte de Queensland (en el extremo norte de Australia); y del centro de Queensland y Nueva Gales del Sur, en Australia.
El momento estimado de la divergencia es, sin embargo, anterior a la evidencia fósil más temprana para el ornitorrinco. Para los autores, este hallazgo no contradice necesariamente la evidencia fósil, pero sugiere que el ornitorrinco moderno es más viejo de lo que pensábamos: se remonta al Plioceno temprano y medio.
“Es más probable que haya tres poblaciones ancestrales (Tasmania, norte de Queensland y norte de Nueva Gales del Sur/Queensland central) que se fusionaron alrededor del mismo tiempo. Las muestras del centro de Queensland probablemente compartieron una población ancestral con muestras del norte de Nueva Gales del Sur. Esto implica que ha habido una extensa estructura de población en muestras de ornitorrincos en Australia durante un largo periodo de tiempo".
Con los nuevos datos del genoma en la mano, los estudios futuros continuarán explorando la historia de la población y la biología única del ornitorrinco. Y teniendo en cuenta las preocupaciones sobre el impacto del cambio climático, la enfermedad y otros factores en las poblaciones de ornitorrinco, su mejor ventana a las respuestas pasadas de poblaciones de ornitorrinco puede ayudar a mejorar los esfuerzos de conservación.
El ornitorrinco es natural de los estados orientales de Australia y vive en arroyos y ríos. Junto al pequeño y espinoso mamífero conocido como equidna, son las únicas especies de monotremas (mamíferos ovíparos) existentes en el mundo. Además, es uno de los tantos seres vivos con superpoderes: aunque poseen una vista muy aguda, solo abren los ojos fuera del agua, así que cuando están sumergidos, dependen del tacto y de la electropercepción, que les permite detectar pequeños cambios en los campos eléctricos generados por sus presas. Según un artículo de Nature, el ornitorrinco puede localizar y evitar los objetos basándose en la sensibilidad de alta frecuencia, lo que le permite detectar la actividad muscular de los animales que pueden ser capturados, como los crustáceos. En algunos peces, este sentido ha evolucionado hasta convertirse en un sistema activo que utiliza un órgano eléctrico para la comunicación.
Beatriz de Vera
Esta noticia ha sido publicada originalmente en N+1, ciencia que suma.
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