El plástico: de solucionarnos la vida a ser una amenaza medioambiental

Sobre el plástico se crea un nuevo ecosistema que recibe el nombre de 'plastisfera'. /Wikimedia Commons

Entre la selección de finalistas del concurso Fotógrafo de Vida Salvaje del Año 2017, llamó la atención la poderosa imagen de un caballito de mar sujetándose a un hisopo plástico rosado. La foto, que tomó Justin Hofman mientras hacía snorkel en una de las Islas Menores de la Sonda, Indonesia,sirve de punto de partida para reflexionar sobre el estado actual de nuestros océanos. Indonesia es el segundo país del mundo en producir la mayor cantidad de contaminación del mar, arrojando 3.22 toneladas métricas por año, de acuerdo a la revista Environmental Health Perspectives.

Pero el plástico que se vierte al mar es un problema global. Debido a las corrientes marinas y el viento, la enorme cantidad de residuos arrojados se ha acumulado en una zona concreta del océano Pacífico oriental, entre California y Hawái, en un vertedero marino conocido como isla de los plásticos y denominada por los expertos Gran Mancha de Basura del Pacífico (GPGP, por sus siglas en inglés). Esta ingente cantidad de basura se estima en 1,6 millones de kilómetros cuadrados, según los nuevos cálculos de la Ocean Cleanup Foundation, más de lo que ocupan Perú y Ecuador, o España, Francia y Alemania juntos. La isla contiene aproximadamente 1,8 billones de piezas plásticas y pesa alrededdor de 80.000 toneladas, y el impacto en el medio marino y en las especies marinas es ineludibe: miles de animales consumen su contenido a diario.

La platisfera

Hoy, el plástico ha llegado incluso a las islas remotas del Océano Pacífico, y a los microorganismos que viven en la Fosa de las Marianas, no obstante, las consecuencias, devastadoras para la vida de los océanos, no acaban en la orilla de la playa: las micropartículas de plástico pueden transmitirse de los peces, hacia arriba por la cadena alimenticia, hasta los depredadores superiores, informa Environmental Pollution. A esta conclusión llegaron científicos británicos, tras estudiar las heces de las focas grises y la caballa del Atlántico.

En el océano, el plástico se cubre rápidamente de una capa de alga que libera compuestos sulfurados. Se cree que peces como las anchovetas, que se alimentan de crustáceos marinos devoradores de alga llamados krill, usan estos compuestos para ayudarles a localizar a sus presas. Un estudio publicado en Proceedings of the Royal Society B, afirma que el olor que el plástico despide bajo el agua atrae a estos peces. 

Pixabay

"En cuanto un trozo de plástico llega al agua, las bacterias lo colonizan. Básicamente han encontrado un nuevo hábitat en el océano, uno que no existía hasta hace poco. Hemos estado estudiando este nuevo ecosistema en muchas partes del mundo, incluyendo en los giros oceánicos donde se concentran estos residuos", explica a El País, la bióloga marina Linda Amaral. Según esta experta, este nuevo ecosistema recibe el nombre de plastisfera. La experta ha recolectado durante años muestras de plástico de mares y océanos, que reciben ocho millones de toneladas cada año. Amaral explica que los efectos más visibles de este basurero flotante son los animales atrapados o intoxicados por los trozos más grandes, pero la mayoría de los fragmentos que hay en el mar tienen el tamaño de un trozo de confeti o menos, y estos, asegura, están cambiando la esencia de los océanos.

¿Es mejor el plástico biodegradable?

La mayoría de los residuos plásticos, envases de bebidas y alimentos, rellenos, plásticos de burbujas, film trasparente, productos de menaje del hogar, y bolsas, entre otros muchos, están fabricados con una variedad llamada polietileno. Se trata del polímero más simple y uno de los plásticos más baratos y fáciles de fabricar. Su descubrimiento es fruto de dos accidentes: el primero, en 1898, cuando el químico alemán Hans von Pechmann lo sintetizó sin querer al calentar diazometano, un gas tóxico y explosivo sin aplicación industrial, obteniendo un compuesto blanco y ceroso que se denominó polimetileno, pero no tuvo más repercusión; y el segundo, el 27 de marzo de 1933, cuando se produce la primera síntesis de polietileno como lo conocemos actualmente, después de que los investigadores Eric Fawcett y Reginald Gibson del Imperial Chemical Industries (ICI, Inglaterra) aplicaran involuntariamente una presión extremadamente alta a una mezcla de etileno y benzaldehído. 

Aunque supuso un gran avance cuando empezó a aplicarse comercialmente, hoy en día el plástico es uno de los grandes enemigos del medioambiente. Una de las vías para reducir su impacto, ha sido reinventar el plástico hasta conseguir un material biodegradable, es decir, que se descompone de forma natural en el medio ambiente. Esto se consigue cuando los microorganismos en el medio ambiente metabolizan y descomponen su estructura. Pueden estar compuestos de bioplásticos, elaborados a partir de materias primas renovables, normalmente a partir de vegetales naturales.

Plásticos de nopal. /Conacyt

Los plásticos biodegradables tienen algunos inconvenientes. Por ejemplo, no se descomponen a menos que se desechen adecuadamente, lo que significa que los plásticos biodegradables deben ser tratados de manera similar al compost (fertilizante compuesto de residuos orgánicos). La descomposición natural del plástico no se producirá si simplemente se tira en un vertedero de basura. Por ejemplo, un grupo de investigadores mexicanos ha creado un bioplástico del nopal que desaparece a la intemperie en tres meses, y en dos semanas si está en contacto con agua. El nopal es una planta nativa del continente americano, desde el norte de Estados Unidos hasta la Patagonia, donde crecen de forma silvestre. Está presente de forma común en los desiertos mexicanos de Los Altos de Jalisco y en los límites con Zacatecas y San Luis Potosí. Ahora, una investigadora de la Universidad del Valle de Atemajac (Univa) en Guadalajara (México), trabaja en el desarrollo de un bioplástico creado a partir de esta planta, que sea respetuoso con el medioambiente, informa Conacyt.

Pero lo más efectivo para reducir la contaminación por plásticos es, lógicamente, dejar de utilizarlos. Reducir su uso y el impacto que tienen sobre los ecosistemas es lo que promueve el movimiento global Break Free From Plastic, en el que colaboran cientos de ONG que buscan un futuro libre de contaminación por plásticos. Para ello, proponen a los gobiernos fomentar medidas basadas en la economía circular, en la que se prioriza la reducción y se apuesta por la reutilización de la materia prima y nuevos materiales con menor impacto ambiental, eliminar el abandono de envases y garantizar su correcto reciclado mediante la implementación de sistemas de retorno de envases, prohibir el uso de microesferas de plástico y fomentar la innovación y la implantación de alternativas que reduzcan el uso de plásticos.

Y aunque el plástico hace realmente más cómoda nuestra vida, las medidas que podemos adoptar a nivel particular son tan fáciles como efectivas: no comprar agua ni zumos embotellados; no usar pajitas con las bebidas; reutilizar las bolsas de plástico o usar siempre bolsas de tela; evitar los productos congelados, que están llenas de embalajes; dejar de comer chicles; sustituir los tuppers por recipientes de cristal o de acero inoxidable y comprar productos a granel; o no usar cápsulas de café, ni film plástico, ni maquinillas desechables. Un esfuerzo muy pequeño comparado con el gran favor que le hacemos al medioambiente.

Beatriz de Vera
Esta noticia ha sido publicada originalmente en N+1, ciencia que suma

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