Décadas de alpinismo han convertido al Everest en el vertedero más alto del mundo

Tiendas de campaña fluorescentes, equipos de escalada inservibles, botes de gas vacíos o excrementos humanos, este es el inesperado paisaje que te espera en la ruta hasta la cima del Everest. Décadas de alpinismo han convertido esta montaña de 8.848 metros en el basurero más alto del mundo.
El número de escaladores en la montaña se ha disparado, según un artículo publicado en Phys.org, y al menos 600 personas han escalado el pico más alto del mundo en lo que va de año. El problema se agrava con esta afluencia de personas, muchas de las cuales no prestan atención a la huella que dejan en la montaña. Y por otro lado, el derretimiento de los glaciares causado por el calentamiento global está exponiendo la basura que se ha acumulado en la montaña desde que los pioneros Edmund Hillary y Tenzing Norgay lograron llegar por primera vez a la cumbre hace 65 años.
Hace cinco años, Nepal implementó un depósito de basura de 4.000 dólares estadounidenses por equipo, que serían reembolsables si cada escalador bajara al menos 8 kilos de desechos. Y en el lado tibetano, se les exige reducir la misma cantidad y se les impone una multa de 100 dólares por kilo si no lo hacen. Aún así, en 2017, los escaladores en Nepal arrojaron casi 40 toneladas entre basura y desechos humanos, el equivalente a tres autobuses de dos pisos, según el Comité de Control de la Contaminación de Sagarmatha (SPCC). Según explican a AFP, solo la mitad de escaladores recogen las cantidades requeridas, mientras que muchos escaladores optan por perder el depósito, que les supone un gasto mínimo sumado al gasto de entre 20.000 y 100.000 dólares que cuesta la experiencia.
Los sherpas, los guías de gran altitud y los trabajadores del grupo étnico local indígena llevan artículos pesados que incluyen tiendas de campaña, cilindros de oxígeno adicionales y cuerdas en la montaña, y luego vuelven a bajar. Antiguamente, la mayoría de los escaladores llevaban su propio equipo personal como ropa extra, comida, bolsa de dormir y oxígeno suplementario. Pero ahora, muchos escaladores no pueden hacerlo, dejando que los sherpas lleven todo. Pemba Dorje, sherpa que ha llegado al Everest 18 veces, se lamenta al opinar que simplemente a la mayoría no les importa la huella que dejan. También cuenta a la agencia de noticias que algunos funcionarios aceptan pequeños sobornos por hacer la vista gorda: "No hay suficiente monitoreo en los campamentos altos para asegurar que la montaña se mantenga limpia".
Aguas negras
Los ecologistas están preocupados de que la contaminación en el Everest también esté afectando las fuentes de agua en el valle. En este momento, las aguas residuales sin procesar del campamento base se llevan a la siguiente aldea, una caminata de una hora, y se arrojan a fosos. Esto luego "se va arrastrando cuesta abajo durante el monzón en el río", dijo Garry Porter a AFP, un ingeniero estadounidense que considera instalar una planta de biogás cerca del campamento base del Everest, que convertiría los desechos del escalador en un fertilizante útil.
Ang Tsering, ex presidente de la Asociación de Montañismo de Nepal, cree que otra solución podría ser un equipo dedicado a la recolección de basura. Su operador de expedición Asian Trekking, que ha estado ejecutando expediciones eco al Everest durante la última década, ha reducido más de 18 toneladas de basura durante ese tiempo, además de la cuota de escalador de ocho kilos. Y el mes pasado, un equipo de limpieza de 30 personas recuperó 8,5 toneladas de desechos de la vertiente norte, informó el periódico estatal chino Global Times. "No es un trabajo fácil. El gobierno necesita motivar a los grupos para que limpien y hagan cumplir las reglas más estrictamente", dijo Ang.
Los residuos humanos no son los únicos que decoran la montaña más alta del mundo. Un equipo internacional de científicos liderado por Tianying Lan de la Universidad de Buffalo (EE.UU.) analizó 24 muestras de huesos, heces, cabello y piel de especímenes de la Meseta Tibetana-Himalaya que pertenecían a un oso o, supuestamente, a un yeti. También llamado el Abominable Hombre de las Nieves, su leyenda negra se empezó a escribir en el siglo XIX, como parte de los relatos alucinados de montañistas que emprendían el ascenso a picos como el Everest. Antes de ello, en tiempos pre-budistas, el pueblo lepcha en estas estribaciones ya reverenciaba a un dios de la caza, un ser de los glaciares. El análisis fue contrastado con otro realizado en 2014, que había comprendido 30 muestras de pelo supuestamente provenientes de primates fantásticos No obstante, aquel análisis reveló que en realidad correspondían a un extinto tipo de oso polar o aun a un caprino desaparecido.
Beatriz de Vera
Esta noticia ha sido publicada originalmente en N+1, ciencia que suma.
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