Jurassic World: El reino caído incumple una vez más con la ciencia de los dinosaurios

Para nadie ya es un secreto que Jurassic World: El reino caído es un éxito de taquillas a nivel internacional. La razón es sencilla: la película cumple con divertir, si tu caso es el de un espectador no tan pendiente de las novedades paleontológicas y no vas con grandes expectativas más allá del relajo. Pero cuando se le escudriña con ojo científico, la película Juan Antonio Bayona es más bien pobre, al no haberse esmerado en recoger los últimos descubrimientos científicos en las últimas investigaciones para enriquecer aún más su producción.
Parque Jurásico, que incluye a las dos versiones de Jurassic World, es una franquicia literaria y cinematográfica y de videojuegos que empezó con la novela de ciencia ficción de Michael Crichton, publicada por primera vez en 1990, y convertida luego en película por Steven Spielberg. Se presenta, a lo largo de sus versiones cinematográficas, en un relato de preocupación sobre la manipulación biológica y genética, usándose el concepto matemático de la teoría del caos e implicaciones filosóficas para explicar el colapso de un parque de atracciones que tiene como espectáculo principal ciertas especies de dinosaurios recreadas artificialmente.
Hasta aquí, el tema es fascinante. La franquicia, de hecho, siempre lo fue y probablemente seguirá despertando similar deslumbramiento en el futuro próximo. La mejora continua en la parte gráfica de los protagonistas de la cinta, los gigantes extintos, ha mejorado exponencialmente en el último cuarto de siglo. Los dinosaurios generados por computadora son cada vez más reales y detallados en comparación a sus predecesores. Al mismo tiempo, la paleontología ha crecido y ha dado nuevos hallazgos sobre la biología y comportamiento. Es en este último aspecto que Jurassic World ha decaído, olvidándose de lo nuevo y presentando una visión de los dinosaurios más bien desfasada.
Plumas
Lo primero que destaca en los olvidos de la película es el tema de las plumas. La evidencia plumífera de los reptiles prehistóricos surgieron en los 90, hallándose en dinosaurios no voladores en Liaoning, China, por lo que el director de las primeras versiones del cine podrían ser excusados de no ponerle un manto de plumas a los velociraptores (que en el filme se ven más como un Deinonychus que como el mucho más pequeño velociraptor).
No obstante, para el momento en que llega Jurassic World, en 2015, las plumas ya son parte de un consenso para los terópodos, dinosaurios de dos patas y carnívoros en el grupo de los dromeosáuridos, que incluyeron al Velociraptor y el Deinonychus.
Un hallazgo bastante bien conservado llamado Microraptor mantuvo evidencia fosilizada que apuntaba a plumas en vida de color negro brillante y reluciente incluso con iridiscencia (o reflejo de colores del arco iris). Por si fuera poco, cientos de fósiles descubiertos en el 2014 mostraron que los ornitisquios herbívoros, que no están emparentados con las aves, llevaban plumas, un indicador que el plumaje eran aun más comunes de lo que se sospechaba. Pese a todo, Colin Trevorrow descartó anticipadamente la presencia de plumas cuando la película estaba en producción, tuiteando escuetamente el 2013 “no hay plumas”.
La directiva de Trevorrow se mantiene en la nueva y taquillera versión de Jurassic World pese a todo lo contribuído por la comunidad científica, mirando para otro lado cada vez que aparece un nuevo aporte dentro de creciente evidencia de que los feroces gigantes no tenían una piel de serpiente o cocodrilo sino más bien una apariencia suave y esponjosa.
Rugidos
¿De verdad el tiranosaurio rugía haciendo temblar todo alrededor? Lamentablemente, hay poca evidencia de la estructura anatómica para los paleontólogos (los tejidos suaves se destruyeron antes de poder fosilizarse) para poder deducir el sonido emitido por los favoritos de los dinomaniacos.
Pese a la similitud que Bayona le otorga al rugido del tiranosaurio rex al del león, el sonido en referencia probablemente no era precisamente como el de un mamífero. Se parecía más al de aves o reptiles, sus parientes más cercanos. De hecho, algunos dinosauros podrían haber producido sonidos de baja frecuencia como el de los cocodrilos. Aquí, te mostramos el audio del rugido de un tiranosaurio que resultó de la investigación de una paleontóloga.
Habilidades sociales
En cuanto a la relación entre el domador Owen Grady y el velociraptor Blue, hay poca evidencia entre alianzas interespecies entre dinosaurios y otros animales. Lo que sí saben científicos es que los dinosaurios, y esto es muy sorprendente, es que estos eran muy sociales con los de su especie: cuidaban sus huevos, vivían en grupos familiares y realizaban danzas de apareamiento. Ya es hora, entonces, de que los más grandes representantes de dinosaurios en la cultura pop de actualizarse con estos riquísimos aportes.
Pese a toda la crítica, es justo rescatar el aporte a la popularización del tema que la franquicia ha generado. Steve Brusatte, paleontólogo y autor de El ascenso y caída de los dinosaurios: una nueva historia del mundo perdido, tras años estudiando estos enormes animales prehistóricos, el científico afirma que "lo mejor que le ha podido pasar a la paleontología de dinosaurios" fue la película original de Steven Spielberg de 1993, porque esto hizo explotar el interés público por el tema. A partir de ese momento, dice, “muchos museos implementaron exhibiciones, las universidades ofrecieron cursos y se generó mucho interés y dinero en el área. Muchos de mis colegas obtuvieron trabajos específicamente gracias a Jurassic Park, porque el museo de una universidad quiso contratar un paleontólogo”.
Hace poco, paleontólogos del Museo del Desierto (Mude, México) descubrieron una nueva especie de dinosaurio, el Acantholipan gonzalezi, perteneciente al género nodosaurio. Según el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), los restos fósiles encontrados indican que es completamente diferente a cualquier otra especie registrada y que vivió durante 84 millones de años en las costas ubicadas al noroeste del estado de Coahuila durante el periodo Cretácico.
Daniel Meza
Esta noticia ha sido publicada originalmente en N+1, ciencia que suma.
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