Cambiar el cambio: Tecnologías de Emisión Negativa, el comodín que necesitamos

Fuente: Global CCS Institute
El Acuerdo de París ha establecido el objetivo internacional de alcanzar un futuro neto cero de carbono en la segunda mitad del siglo. Neto significa que a pesar de la incesante actividad y liberación de gases de efecto invernadero, exista una vía paralela que mantenga una trayectoria constante y al ras de sus niveles. Para ello, el planeta debe primero alcanzar su pico máximo de emisión. Una vez que lo hagamos, el 100% de las emisiones asociadas con el uso de combustibles fósiles no debe ingresar a la atmósfera. Esto es el inicio de un exigente régimen de mitigación.
Para compensar estas fuentes inevitables de emisiones, tan extremadamente difíciles de abordar para una población creciente que necesita una cantidad cada vez mayor de alimentos, bienes y servicios, necesitamos desarrollar sumideros de carbono artificiales, los cuales repliquen el papel que juegan los ecosistemas naturales: secuestrar de manera eficiente el carbono en la biomasa y suelos.
Actualmente existen hasta diez formas de compensación de carbono y se las conoce como Tecnologías de Emisión Negativa (NETs). Una de las más populares y potentes es la CCS (Carbon Capture & Storage) o también denominadas BECCS (Bioenergy with Carbon Capture and Storage). Su fin primordial es evitar la acumulación de CO2 en la atmósfera tras la quema de biomasa en el sector industrial como plantas de generación de energía, hornos de cemento y refinerías que producen biocombustibles mediante fermentación (etanol) o gasificación (biogás) de biomasa.
Básicamente las BECCS separan el gas derivado de los procesos de combustión de las actividades industriales y lo inyecta en un almacenamiento geológico para aislarlo de forma permanente del ciclo del carbono atmosférico de la Tierra. Estas estaciones son importantes plataformas energéticas de recepción, compresión, transporte y depósito de CO2, con el beneficio asociado de la generación de bioenergía.
Fuente: 350bayarea.org
El primer paso es la compresión del gas para convertirlo en un fluido denso, el cual se bombea a través de una tubería o un barco a lo largo de cientos de kilómetros hasta su destino final: la profundidad subterránea. Su nuevo reservorio consiste en un depósito geológico de características litológicas particulares, a una profundidad de varios de miles de metros.
La primera instalación de CCS de Bioenergía del mundo comenzó a funcionar en abril de 2017, en Decatur, Illinois, Estados Unidos. Es allí donde se han inyectado en la formación Mount Simon Sandstone aproximadamente 999,215 tn de CO2 proveniente de una planta de etanol.
En la actualidad, las BECCS se están propagando con buenas esperanzas alrededor del globo. En la siguiente imagen se pueden observar los distintos Proyectos CCS integrados a escala comercial en todo el mundo. El tamaño del círculo es proporcional a la capacidad de captura de CO2 del proyecto y el color indica su ciclo de vida.
Fuente: Data from the Global CCS Institute.
Las CCS aplicada a una planta de energía moderna convencional es capaz de reducir las emisiones a la atmósfera en aproximadamente un 80 - 90% comparado a una planta sin esta tecnología. El IPCC estima que su economía potencial podría significar entre un 10 a 55 % del total de mitigación del carbono hasta 2100.
Por lo tanto, el Acuerdo de París supone que nosotros y las generaciones futuras seamos capaces de eliminar el CO2 de la atmósfera a escala industrial. Las Tecnologías de Emisión Negativa parecen ser indispensables, a menos que ocurra una reducción drástica, radical, mucho más ambiciosa (e incluso podría argumentarse como altamente improbable) en las emisiones globales. La escala de las emisiones negativas necesarias es extremadamente grande para 2 ºC de calentamiento global. La deuda ascendería a 600 - 800 billones de tn de CO2 hasta el final del siglo. Lo que se traduce en 15 a 20 años de emisiones anuales actuales.
Ajustar las cuentas con nuestro planeta implica un plan de pago estremecedor, pero factible.
Esta noticia ha sido publicada originalmente en N+1, ciencia que suma.
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