La Guerra de la Ciencia (parte VI): el futuro de la humanidad

Emir Alzamora / @Alzalva 

El sueño de la humanidad por superar sus limitaciones biológicas, tales como la muerte, el desconocimiento y el envejecimiento, sirvieron en algún momento de la historia humana para crear narraciones con personajes extraordinarios incapaces de envejecer, omniscientes y, sobre todo, omnipotentes.

Siglos después, el adelanto tecnológico que estamos contemplando pareciera brindarnos las llaves, o al menos los primeros indicios, de poder superar algunas de las limitaciones que nuestra biología nos impone.

Gracias a la aparición del Internet, al surgimiento del vasto complejo ecosistema digital interuniversitario e interlaboratorios y a la mejora continua de la computación, el conocimiento científico a nivel mundial se ha enriquecido de manera exponencial. A propósito de ello, desde hace algunos años se viene discutiendo la posibilidad de hallarnos en los albores de una Cuarta Revolución Industrial, una etapa de la historia que se caracterizaría por los efectos de la inclusión de los adelantos en biotecnología, nanotecnología y Tecnologías de la Información en la sociedad y principalmente en la misma especie humana.

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La llegada del Transhumanismo

La posibilidad que nos brinda esta revolución tecnológica es tan variada y rica que no es descabellado oír de órganos bio-impresos en 3D, órganos cultivados, prótesis inteligentes, ingeniería genética, nanomedicina e incluso implantes neurales para potenciar los procesos cerebrales. En este contexto surge el pensamiento Transhumanista, una filosofía que propone la aplicación directa de estas tecnologías para superar nuestras limitaciones y dirigir el proceso evolutivo de nuestra especie. A ello le llaman Mejoramiento Humano (Human Enhancement).

El transhumanismo fue fundado por Max More en Estados Unidos durante los años 80. Para More, el Transhumanismo buscaría la modificación de la naturaleza humana a partir del uso de tecnologías avanzadas como la genética, la nanotecnología y los implantes neurales para lograr un estadio superior al de la humanidad: el posthumano.

More iniciaría su cruzada inspirado en la literatura de ciencia ficción y en el adelanto tecnológico que por aquellos años iba asomándose. Años más tarde, Nick Bostrom y David Pearce fundarían la Asociación Transhumanista Mundial (WTH) en la que reunirían diversos intelectuales y organizaciones transhumanistas alineándolos a una serie de principios conocidos como la Declaración Transhumanista. Herederos del pensamiento ilustrado, de la filosofía científica y del Humanismo Secular, el Transhumanismo es un movimiento dedicado al estudio de la futura forma de la especie humana y de los criterios éticos que deben guiar el proceso de mejoramiento humano.

Aunque el transhumanismo es una escuela de pensamiento filosófico, muchas de sus afirmaciones son derivadas del conocimiento científico disponible al momento, a partir del cual se permite la proyección de futuros escenarios. En paralelo, muchos laboratorios y centros de investigación y desarrollo de biotecnologías y afines, particulares y estatales, se han sumado indirectamente a la causa, pues buscan diversos procedimientos médicos y tecnológicos que resultan, sin querer, aportando o sirviendo de prueba para la filosofía transhumanista. 

Sin embargo, no todos los esfuerzos científicos provienen de elementos ajenos a la escuela transhumanista, sino que diversos personajes involucrados directamente con ella han iniciado sus propios esfuerzos por la causa. Ejemplo de esto son Aubrey de Gray y SENS, laboratorio con el que busca hallar las claves del envejecimiento para frenar su avance y hacerlo retroceder; Elon Musk, quien quiere crear implantes neurales con su firma Neuralink; y Google que financia una firma llamada Calico que busca la inmortalidad usando biotecnologías, además de apoyar abiertamente a su Director de Ingeniería, el transhumanista Ray Kurzweil, autor de la “Singularidad está cerca” y fundador de la Singularity University.

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La respuesta conservadora

Pese a las nuevas promesas de la ciencia y de la tecnología, la esperanza y el entusiasmo no serían las únicas reacciones que la comunidad haría presente. A través de los bautizados por el sociólogo transhumanista James Hughes como Bioconsevadores, el sector conservador, tradicionalista y religioso alzaría su voz de protesta contra lo que considerarían como antinatural y deshumanizante.

Autores como Hans Jonas, George Annas, Francis Fukuyama, Michael Sandel y Leon Kass son los abanderados de la “causa contra la perfección”. Los intelectuales bioconservadores son miembros de diversas escuelas de pensamiento, como el postestructuralismo (Habermas), el tradicionalismo (Dugin) y las religiones.

Los argumentos más frecuentes de los bioconservadores serían la defensa del alma y la objeción de Jugar a Ser Dios, entre los abiertamente creyente; la defensa de una “esencia” de la especie humana, entre los creyentes que emplean argumentos “racionales” o los filósofos metafísicos; la inmoralidad por buscar diseñar bebés a la carta; y la crítica a la desnaturalización de la especie humana como consecuencia de la modernidad y del capitalismo, seguidores de la Cuarta Teoría Política.

El enfrentamiento académico no se hizo esperar. Desde hace algunas décadas la clonación, el estudio con células madres y los experimentos en genética han llamado la atención de muchos elementos del sector conservador. Así pues, Sandel, miembro del Consejo Presidencial Norteamericano sobre Bioética, sería famoso por su conocido ensayo “El caso contra la perfección”. El politólogo Francis Fukuyama consideraría al transhumanismo como la idea más peligrosa de todos los tiempos. Nick Bostrom, Julian Savulescu y Max More ofrecerían respuestas en reiteradas ocasiones a dichos argumentos. 

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Un nuevo enfrentamiento

Lo curioso es cómo el patrón de las Guerras de las Ciencias (razón y ciencia vs reacción y tradición) se repite una vez más en este escenario que enfrenta la gran posibilidad de dirigir la evolución de la especie humana con el temor al castigo divino o al mero capricho de oponérsele.

El debate por la consideración del mejoramiento humano como un acto moral, e incluso una obligación, ha iniciado en las universidades y comunidades de muchos países. Una vez más la Contra-Ilustración se manifiesta y amenaza con frenar las posibilidades de mejorar la calidad de vida de muchas personas, así como las investigaciones médicas.

Pese a este enfrentamiento, es imperioso indicar que el potencial de estas nuevas tecnologías es tan grande que, de ser empleadas erradamente o desde un enfoque ético tribalista, para fines bélicos o para crear mayor inequidad, la estabilidad social podría verse dramáticamente alterada. Por ello la importancia de discutir sobre el Transhumanismo y de proyectarse por lograr la mejor de las oportunidades para todos los ciudadanos.

 

Piero Gayozzo es Colaborador Especializado del Club N+1 para la Popularización de la Ciencia. Fundó y actualmente es Sub-Director del Instituto de Extrapolítica y Transhumanismo (IET). Escribe sobre la Cuarta Revolución Industrial para el IET y es investigador autodidacta de filosofía de la ciencia y de la tecnología. Llevó estudios de ingeniería industrial en la Universidad de Lima. 

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Cláusula de Divulgación

Piero no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá de la profesión académica citada.

 

Referencias usadas en este artículo:

Bostrom, Nick. Valores Transhumanistas. Instituto de Extrapolítica y Transhumanismo. 2019.

Hughes, James. From Human-racism to Personhood: Humanism after human nature. Science and Ethics. Can Science help us make wise moral judgments? Editor Kurtz, Paul. Ed. Prometheus Books. Estados Unidos. 2007.

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